En el presente texto se exploran diversas facetas de
la vida en las comunidades indígenas de la sierra peruana en la obra
"Yawar Fiesta" (1941) del reconocido autor peruano José María Arguedas.
A lo largo del texto, Arguedas nos habla de las tradiciones, costumbres y
tensiones sociales, proporcionando una visión profunda de la experiencia
indígena en un contexto marcado por la discriminación, la desigualdad y la
migración interna.
En este análisis, nos adentraremos en las dinámicas de poder, las
relaciones interculturales y las manifestaciones de violencia presentes en las
narrativas de Arguedas, buscando comprender cómo estas complejas realidades
moldean las experiencias y las identidades de los pueblos indígenas en el Perú.
¡Pueblo
indio! – dicen los viajeros cuando llegan a esta cumbre y divisan puquio. Unos
hablan con desprecio; tiritan de frío en la cumbre los costeños, y hablan: - ¡Pueblo indio! Pero en la costa no hay
abras; ellos no conocen sus pueblos desde lejos. Apenas si en las carreteras
los presienten, porque los caminos se hacen más anchos cuando la ciudad está
cerca, o por la fachada de una hacienda próxima, por la alegría del corazón que
conoce las distancias. ¡Ver a nuestro pueblo desde un abra, desde una cumbre
donde hay saywas de piedra, y tocar en quena charango, o en rondín, un huayno
de llegada! Ver a nuestro pueblo desde arriba, mirar su torre blanca de cal y
canto, mirar el techo rojo de las casas, sobre la ladera, en la loma o en la
quebrada, los techos donde brillan anchas rayas de cal; mirar en el cielo del
pueblo, volando, a los killinchos y a los gavilanes negro, a veces al cóndor
que tiene sus alas grandes en el viento; oír el canto de los gallos y el
ladrido de los perros que cuidan los corrales. Y sentarse un rato en la cumbre
para cantar de alegría. Eso no pueden hacer los que viven en los pueblos de la
costa (Arguedas, 1941, p. 28).
En este fragmento se
evidencia la discriminación y la percepción de superioridad por parte de los
costeños hacia los pueblos indígenas. Esta actitud despectiva refleja las
tensiones sociales y las dinámicas de poder arraigadas en la sociedad peruana,
que persisten hasta la actualidad.
Las expresiones descritas no se alejan para nada de
la realidad y de la actualidad, pues muestra cómo es que un ¡pueblo indio!
Expresado así por los costeños, son despreciados y como esas costumbres siguen
avanzando de generación en generación. En la actualidad en nuestro país se
representa como discriminación, al nacer y crecer en un ambiente distinto y ser
criado de otra manera es lo que nos hace vulnerables ante esta situación, por
cualquier aspecto diferente ya eres discriminado. Es importante que en nuestro
país el gobierno priorice este conflicto y que lo incluya en el ámbito
académico para que influya en el desarrollo de los futuros ciudadanos. Al
enfocarnos en la discriminación en las instituciones educativas, ¿merecen
llamarse instituciones educativas, que educación les brindan a los estudiantes?
En otros tiempos, todos los cerros y todas las
pampas de la puna fueron de los comuneros. Entonces no había mucho ganado en
Lucanas; los mistis no ambicionaban tanto los echaderos. La puna grande era
para todos. No había potreros con cercos de piedra, ni de alambre. La puna
grande no tenía dueño. Los indios vivían libremente en cualquier parte: en las
cuevas de los rocales, en las chozas que hacían en las hondonadas, al pie de
los cerros, cerca de los manantiales. Los mistis subían a la puna de vez en
vez, a cazar vicuñas, o a comprar carne en las estancias de los indios. De vez
en vez, también se llevaban, de puro hombres, diez, quince ovejas, cuatro o
cinco vacas chuscas; pero llegaban a la puna como las granizadas locas, un
ratito, hacían su daño, y se iban. De verdad la puna era de los indios; la
puna, con sus animales, con sus pastos, con sus vientos fríos y sus aguaceros.
Los mistis le tenían miedo a la puna, y dejaban vivir allí a los indios.
—Para esos salvajes está bien la puna —decían (Arguedas,
1941, p. 46).
Se muestra como las
relaciones interculturales están marcadas por la desigualdad, especialmente en
términos de acceso a la tierra y recursos naturales. La descripción de cómo los
comuneros indígenas tenían libre acceso a la puna contrasta con la actitud de
miedo y superioridad de los mestizos hacia ese entorno.
En tiempos pasados no había cercos ni delimitaciones en la
tierra de la puna, lo que permitía a todos, tanto a los comuneros indígenas
como a los mistis, acceder libremente a los recursos naturales, como pastos y
animales. Sin embargo, también se menciona que los mistis tenían miedo de la
puna y dejaban vivir a los indios allí, sugiriendo una percepción de la región
como un lugar inhóspito o peligroso para aquellos que no estaban familiarizados
con él. En la actualidad el respeto por la propiedad privada es una norma
fundamental en la mayoría de las sociedades, se considera un derecho legal y
constitucionalmente protegido en muchos países. Esto significa que los
individuos tienen el derecho exclusivo de poseer, usar y disponer de sus
bienes. Esto nos muestra una época en la que los comuneros indígenas tenían
acceso libre a la tierra de la puna, mientras que los mestizos, o mistis,
mantenían una actitud de superioridad hacia ellos.
Sólo los principales iban a Lima con frecuencia; los
ganaderos, los comerciantes, los hacendados, los dueños de minas, las
autoridades, el juez, el agente fiscal, el cura. Regresaban de dos, de tres
meses, con ropa extranjera nueva; trayendo pelotas de jebe, trencitos,
bicicletas, sombreritos azules para sus niños, los uña werak’ochas. A veces,
los chalos fueron como sirvientes de los vecinos; y algunos mestizos y
comuneros entregaron sus hijos a los principales, para que los llevaran de
regalo a sus compadres y amigos de Lima. De los chalos, uno que otro se
quedaron, con la voluntad de los vecinos o escapándose de ellos; otros
regresaron. De vuelta, parecían distintos, andaban ligero en las calles,
quebrantando atrás el cuerpo; y hablaban puro castellano, sin «elle» diciendo
«gayo» en vez de gallina. Y asustaban a sus amistades, contando que habían
visto casas que llegaban casi hasta el cielo, que las calles se atoraban con la
gente, que los carros sonaban más fuertes que los truenos de enero y febrero;
que las niñas eran tan lindas que uno se quedaba sin habla, sin moverse, cuando
ellas miraban de frente a los serranos (Arguedas, 1941,
p. 152).
Se refleja la
influencia de la migración interna en las comunidades rurales, mostrando cómo
las experiencias urbanas transforman las percepciones y relaciones sociales en
las zonas rurales. Esto refleja tanto la adaptación a nuevos entornos como la
persistencia de las disparidades de poder y estatus entre diferentes grupos
sociales.
Se habla de las experiencias de personas de
diferentes clases sociales que viajan desde zonas rurales a la ciudad de Lima.
Los "principales", como ganaderos, comerciantes y autoridades, tienen
acceso a recursos económicos y culturales que les permiten viajar con
frecuencia y regresar con objetos y experiencias urbanas. Mientras tanto, los
"chalos" y otros habitantes rurales pueden servir como sirvientes
temporales o enviar a sus hijos como regalos a los principales, lo que refleja
las disparidades de poder y estatus entre los distintos grupos sociales. El
regreso de los viajeros a sus comunidades rurales con nuevas posesiones y
actitudes, como hablar un castellano más puro y compartir experiencias urbanas
impresionantes, resalta los cambios que experimentan y cómo estas experiencias
pueden influir en las percepciones y relaciones sociales en las comunidades
rurales, sobre varios aspectos, como la migración interna y sus efectos en la
identidad cultural de las personas, así como en las dinámicas sociales y
económicas de las comunidades de origen y destino. Además, plantea cuestiones
sobre el cambio de valores, la percepción de la modernidad y la adaptación a
nuevos entornos. Así mismo también está presente el poder y la desigualdad.
Esta situación describe la experiencia de personas que viajaban desde áreas
rurales a la ciudad de Lima. El viaje muestra nuevas experiencias y objetos,
así como cambios en su comportamiento y forma de hablar. ¿De qué manera desafía
o refuerza las percepciones dominantes sobre la cultura andina y su relación
con el poder?
La puerta del ruedo estaba atracada de indios. Los
guardias y los tenientes gritaban, avisando que ya no había sitio; pero seguían
empujando. Los que estaban todavía en la plaza afuera corrieron, salieron a la
pampa; midiendo, corretearon junto a las barreras, y empezaron a subir a los
troncos grandes. Unos tras otros se agarraron a los troncos, para entrar a la
plaza; pero los que subieron primero empujaron con los pies a los otros. ¡Ya no
había por dónde! Y los guardias comenzaron a fuetear a los comuneros, en la
puerta; los tenientes también arrancaron palos de las barreras, y ayudaron a
los guardias. ¡Fuera, fuera! ¡Bestias! Los fuetes y los palos rajaban la cabeza
de los indios. Los «civiles» y los tenientes agarraban furia; cerrando los ojos
tiraban sobre los lok’os de los comuneros. —¡Fuera, guanacos! Y los empujaron,
los hicieron retroceder poco a poco; y entre todos, guardias y tenientes, cerraron
la puerta de la plaza. Sudando, cansados, se pararon, apoyándose en la puerta (Arguedas,
1941,
p. 344).
Consideraremos en este
último fragmento el tema de la violencia y el orden social, mostrando como la impaciencia y el desorden afecta en
la integridad de quienes nos rodean, ocasionando actos violentos por
parte de las autoridades para mantener el control, ya que solamente con el diálogo no se puede llegar a un acuerdo, no es que
sea justificable, pero en ciertos casos la comunicación no es tan asertiva como
el actuar según la situación lo requiera. Esta violencia refleja las
injusticias que enfrentan las comunidades indígenas, subrayando la necesidad de
promover la justicia y el respeto por la diversidad cultural en la sociedad
peruana. Es imperante que como personas
no ejerzamos la violencia en nuestro entorno, así con un granito de arena
iremos aportando en nuestro país para un mejor desarrollo personal y social. Sí
nos enfocamos en las personas despiadadas, que actúan sin pensar y acaban con
la vida de otra persona por un simple capricho, el condenarlos con pena de muerte,
¿será el castigo apropiado?
En
resumen, a través de un análisis detallado de la obra de Arguedas, extraídos de diferentes contextos
nos ofrecen una visión profunda sobre las dinámicas sociales culturales y el
poder que han moldeado y continúan influyendo en la vida de las comunidades, la
discriminación, la percepción de superioridad y las actitudes hacia la tierra y
sus habitantes revelan una historia de desigualdad y opresión que perdura hasta
hoy. Los fragmentos anteriores destacan cómo las dinámicas de poder y la
conducta hacia las comunidades indígenas y rurales han fomentado una
discriminación que persiste en la actualidad, es una necesidad urgente de una
educación que promueva la igualdad y el respeto por la diversidad cultural.
Solo así se podrá construir una sociedad más justa y equitativa, donde las
diferencias culturales sean valoradas y celebradas en lugar de ser motivo de
discriminación y exclusión.
Referencias
Arguedas,
J. M. (1941). Yawar fiesta: fiesta de sangre. La Biblioteca Digital
De América. https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=17371,17281,1,1
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