La obra “Los perros hambrientos”
trata de la vida agrícola de los pobladores, quienes han adoptado y sienten
como parte de su familia a los siguientes perros Wanka, la perra, Zambo,
hermano y Güeso, Finalmente, conoceremos a Raffles, y a Chutín, hijo de Wanka y
Zambo. Desde el lado más marginado, llegando a demostrarnos que no existe
ninguna discrepancia entre los animales y los seres humanos. A través de esta historia tan conmovedora,
que logra tocar las fibras más sensibles por la multiplicidad de descripciones
que se hace, Alegría nos narrará la vida de Rosendo Maqui y sus perros. La
lealtad y las carencias económicas formaran parte de un panorama donde
pareciera que la supervivencia fuera algo esquivo, sin reclamo a segundas
oportunidades. Nacido el 4 de noviembre de 1909, en el departamento de La
Libertad, Perú, y fallecido el 17 de febrero de 1967 en Lima, Perú. Publicó una
de sus novelas con mayor prestigio y reconocimiento: “Los perros hambrientos”,
por medio de la editorial Zig-zag, en Santiago de Chile por la (1938). Algo
caótico que solía suceder en aquellos años furiosos:
Lo que
pasó es que al Mateo lo llevaron enrolado para el servicio militar. Ni el
Damián ni Mañu comprenden eso. La Martina misma no sabe cabalmente de lo que se
trata. Ese día los gendarmes le cayeron de sorpresa, mientras se encontraba
aporcando amorosamente el maizal lozano. Curvado sobre los surcos, lampa en
mano, no los vio sino cuando ya estaban muy cerca. De otro modo se habría
escondido, porque para nada bueno se presentan por los campos: llevan presos a
los hombres o requisan caballos, vacas, ovejas y hasta gallinas. El Mateo,
pues, no pudo hacer otra cosa que dejar la lampa a un lado y saludar con el
sombrero en la mano. (Alegría, 1938, p. 21).
Como vemos, en el párrafo
anterior, la actitud de los gendarmes es un acto real, pero Mañu asume ese rol primordial de los
hechos, se preocupa, busca que todo marche bien, pese a su condición de animal.
Reconoce que su deber es resguardar al pequeño hijo de Martina. Hay, desde
luego una humanización que rompe las barreras de lo establecido por una
sociedad conformista. Citemos ahora, lo que dice Martínez-André,
respecto al término “humanización” y el comienzo de este:
La
humanización de los perros se revela a partir de dos características. La
primera es la organización social de las manadas. Wanka y Zambo son los canes
de mayor antigüedad, por lo que permanecen como ovejeros cuando otros fueron
prescindibles (Martínez-André & Oliveira-Lacerda, 2009, p. 39)
Los perros se comunican entre
ellos, sabe cómo actuar, cómo defenderse contra los desconocidos. Hay un
respeto hacia quienes estuvieron antes, los del primer eslabón, es decir: Wanka
y Zambo. Hasta en eso guardan una disciplina admirable. Más adelante, la historia tomará otro rumbo.
Hay un caso en particular cuando los bandoleros quieren apropiarse de Hueso,
para que aprenda a pastorear vacas, pero el can no sabe hacerlo, lo que sí
comprende, es cómo pastorear ovejas. El robo se produce ante el asombro y la
impotencia de Vicenta. Aquí, otra muestra de fidelidad se presenta, cuando
Hueso no coopera con estos “nuevos amos”, intentando escaparse y aullando todo
el tiempo. Sin embargo, sus fuerzas son inútiles. Llegado el momento, solo le
queda resignarse y aceptar que la vida le ha otorgado otros seres que criarán
de él. Bastante sentimental el momento, si hacemos una analogía, es como si los
bandoleros hubieran raptado a un niño, alguien que se volvería irrecuperable y
lejano. ¿De qué forma logra trasmitir dicha escena en los lectores, algo de
pena y congoja? Pues bien, gracias a las múltiples descripciones, no es algo
difícil de reconocer la verosimilitud tan lograda de la novela.
Ciro Alegría concibe a un
narrador omnisciente, totalmente convincente, audaz y efectivo. Entonces, llega
la temporada de siembra, y es necesario trabajar en el campo, ante lo cual,
aparecen nuevos colonos, pidiendo un lugar de reposo a un señor hacendado.
Aquí, los personajes esperarán la llegada de la lluvia, y, para ello, deben
rezar a la patrona del pueblo. Aquí se evidencia el temor hacia la sequía, hay
un ligero pero negativo presentimiento, si esto sucede, los cultivos no
prosperarían y sería un caos. Tengamos en cuenta que, la sequía también afectará
a los perros, porque sus amos, poco a poco dejarían de tener dinero para
comprar comida para ellos y si esto llegara a pasar, ya no compartirían la
mesa. En cierta ocasión, los perros de Simón Robles, ven a los perros de los
vecinos que están gordos y no pasan hambre. Lo que pasaba es que estos otros
perros, comían las horcas del maíz perteneciente al señor hacendado, e incitan
a que los perros más delgados, hagan lo mismo. El señor hacendado al enterarse,
decide poner trampas, que matarían a los canes más débiles, es una masacre. La
situación se vuelve deplorable, la sequía llegó. Simón Robles, no pierde la fe,
le pide a su mujer que se conserve fuerte igual que él. Que apenas vea un asomo
de lluvia, sembrarían nuevamente.
Es
así, pues, cómo por la sequía la vida se entenebreció. La pérdida de Güeso hizo
sufrir, cómo no, a hombres y perros, pero esa ráfaga de luces y sombras,
llamada tiempo, trajo pronto otras penas mayores. Hablando en plata, ser hombre
o perro es, después de todo, un bello asunto; pero cuando hay comida. ¿Qué se
hacen los Robles y todos los campesinos a media ración? Pues blasfemar,
ajustarse la faja de colores y dar vueltas como tontos en torno de las chacras
mustias. (Alegría, 1938, p. 45).
En la cita anterior, vemos que Hueso
sufrió graves consecuencias debido a las trampas impuestas por el señor
hacendado y la voz narrativa nos habla sobre que no hay diferencias entre ser
hombre o ser perro, el dolor y la rabia se sienten por igual.
La hija de Simón Robles, Martina,
va a protagonizar, quizá el momento más sensible de todos. Como su esposo fue
obligado a ir donde el servicio militar, ella está que muere de hambre. Decide
ir a la casa de sus suegros, porque es la mejor opción, pese a que es una gran
distancia y tiene que ausentarse muchísimo tiempo. Antes de partir, le habla
con cariño a su hijo pequeño, pidiéndole que se quede con Mañu; le deja la
comida lista, y, si acaso tiene hambre, le aconseja que puede ir donde la
vecina, matar una de las ovejas para así arreglárselas. Todo lo que ocurrirá
después, se torna demasiado turbio. Resulta que pasan los días, la comida se
acaba, la vecina es muy inútil, le roban al niño las pocas cosas que tenía,
regresa a ver a la vecina, pero no se encuentra. El pequeño, resuelve ir donde su
abuelo, pese a las condiciones lamentables en las que se encuentra. Sigue
caminando, persiste, hace el esfuerzo, pero muere en el transcurso. Es un hecho
frío, cruel. Mañu aúlla desconsolado, espantando a los cóndores que están
rondando el cadáver. Vemos aquí hasta dónde es capaz la fidelidad y el cuidado
del animal.
—Mama,
mama…, quiero mote, mamita… —dijo el pequeño.
Y luego
se quedó callado, cerrados los ojos y pálida la demacrada carita trigueña. Mañu
sintió, con la segura percepción de los perros, que había llegado la muerte. Y
aulló largamente y se quedó al lado del cadáver, acompañándolo, del mismo modo
que él, en ya lejana noche, había sido acompañado. (Alegría, 1938, p. 91).
Otra de las degradaciones por
culpa de las sequías, sucede cuando Zambo, Pellejo y Wanka, son capaces de
robar las ovejas que antes cuidaban. Vemos aquí, cuánta es la necesidad, la
búsqueda de la comida, hace que nadie raciocine. Lamentablemente, los perros
que cometieron este “delito” de haber comido a la oveja, son desterrados y da
una lástima tremenda, verlos cómo se van apartando, todo a causa del
hambre.
Para concluir, Ciro Alegría nos
muestra un panorama donde humanos y animales son la simbiosis de la realidad
más desgarradora. Una historia cargada de emociones, mostrándonos la sequía
como una metáfora de los problemas y las adversidades, donde muchas veces no
sabes de qué forma actuar. Alegría nos incita
a recapacitar sobre la naturaleza salvaje, la opresión y la profunda conexión
emocional que uno puede compartir con los animales. Una novela imprescindible y
digna de culto, con una estructura narrativa muy lograda. Les invito a leer el
libro, ya que nos brinda una lección de sabiduría.
Referencias
Alegría,
C. (1939). “Los perros hambrientos”. Editorial Zig-Zag. Chile
Martínez-André,
R. L., & Oliveira-Lacerda, P. (2009). Los perros hambrientos de Ciro
Alegría.
Recuperado de:
Integrantes:
·
Anaya Burga, Christian David
·
Toro Paredes, Brisa Milagros,
·
Ynfante Rojas, Milene
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