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jueves, 17 de septiembre de 2020

Manuel Ibáñez Rosazza - Cotidiano es el Viento (Serie: Rescate Literario)

 



Cotidiano es el viento

 

I

Por la arboleda

el viento va cantando.

 

Si es que canta,

el corazón azul del viento

está feliz.

 

Si está feliz el viento,

su corazón azul

no se abrirá a la noche.

 

Ni temerá la sombra.

 

II

 

Porque la sombra

nos motiva penas en el alma.

Si en el caudal del viento hay una pena,

herido entonces,

en una hoja seca de inacabado espacio,

dejaría de dormir alturas

y de soñar

con la versión más honda de la luz.

Con esa luz de canto que nos repite el sol

cuando mata a la sombra.

El viento aprendería, entonces,

de memoria, otras voces ajenas,

cuando las penas hieren

las intuidas sienes del hombre y su silencio.

 

III

 

Por la arboleda

el viento va cantando.

Si es que canta

no temerá la sombra.

 

Libre, asciende hasta el origen leve

de la nube,

y baja al mismo tiempo,

a rozar con los dedos un oleaje de

flores, empinándose

para mirar el mundo.

Cotidiano es el viento

 en su camino

de la piedra hasta el fruto.

Cotidiano es su canto de persistente huella

en la mañana.

 

IV

 

Desde el espejo del viento

he visto mi propio corazón.

Ay, este corazón anudado de tristeza

y este viento sin mí de claro cielo.

 Esta alegría que se aleja

sin haber estado en la cuenca vacía de

mis manos,

es un viento de luz

que sonríe a través de todas las

ventanas…

 

Es un viento

que no quiere seguir mi viaje amargo

junto a todos, del polvo a flor de

espina

hacia el final del tiempo.

 

 

 

De ceniza cualquiera

es mi corazón,

al verlo desde el viento..

 

V

 

Porque en mi corazón

hay un oscuro nido.

Imagínate.

Hay una tarde de sombra

hostigándome.

Hay un vacío

que no puedo quitarlo

con mi voz.

 

VI

 

Me gustaría ser feliz copia del viento.

Volar por su camino al borde de su canto

sin rejas.

Me gustaría ser lámpara de viento

en el hogar humilde de los pobres.

Sin temer a los ojos arteros de la sombra

ni temerle tampoco a la vida

que nos roba los sueños

cada día…

VII

 

En un poema -en un instante

casi hondo en el tiempo

me confundí fraterno con el viento.

Hablé con él -así como se reza

para encargarle besos a mi perdida

amada.

Que le diga mi amor de arrullos y albas,

con su mensaje de azucenas inquietas

y con su plena voz

 que es la limpia voz de nuestras esperanzas.

 Hoy, desde mis cosas muertas,

he de pedirle al viento un sol de eterno

 círculo

para esta sombra tan cerca de mí mismo.

 Para el odio del uno.

Para el temor

del otro…

 

 

VIII

 

Porque en mi corazón

deben habitar amores puros.

Porque a todos los lados

hay figuras que pesan en miseria.

Quiero pedirle al viento

un surco alegre

para enterrar el odio.

Para sembrar la fría soledad,

la nuestra soledad,

y cosechar los latidos más fuertes

y los besos

más hondos

de esta tierra…

 

IX

 

Dondequiera

los años pasan a través del viento:

es la vida que corre a tranco largo.

En silencio las manos se acurrucan.

Y los ojos, los brazos, las siluetas

son cosas olvidadas que se escapan.

Y viaja el corazón hacia lo viejo.

El viento mientras tanto,

ronda y canta.

Porque el viento es más viejo

que su imagen,

es la luz.

Tras de nosotros, vienen más

porque la sombra es triste

y es inmensa.

Inmensa.

Pero puede acabarse ante dos

risas juntas.

 

X

 

Ver el viento

y sentir en el alma la angustia

de rostros apretados colmándose

de nada…

Ver el viento y sentir un

bullicio de niños

sin juguetes y con ojos de otoño…

Ver el viento

y sentir el aliento de la perdida amada

que nos grita adioses desde lejos…

Y no poder buscar,

 ni hacer,

ni amar…

 

XI

 

 Hermano: búscate el corazón

y también encontrarás la parte de

sombra

que te toca.

Por la arboleda

el viento va cantando.

¿No lo oyes?

 

XII

 

Hermano: tal vez antes que el hombre

advirtiera lo tierno de la lluvia,

ya estaba su corazón

prendido en sombra.

El viento, la luz

estaba a nuestro lado, nos seguía.

El viento, la luz, la suavidad

estaba a nuestro lado, y todo

nos seguía para darnos amor.

Sabían nuestro odio

y nuestra ausencia.

Mas hubo sombra.

Y el viento estaba alto

, alto, ebrio

de altura.

 

XIII

 

Por eso

en cada amanecer

 no miramos el hambre

largamente propio de los hombres.

No abrimos las venas a la sangre

hacia el fuerte tormento del vecino.

El nuestro es un amor pequeño,

difundido,

de huidiza dulzura.

Y no somos felices.

Somos sombras.

Sombra de lo que somos

frente al viento…

 

 

 

 

XIV

 

En la vida que corre con nosotros,

con los años que pasan,

la sombra, singular o plural,

va cercándonos.

Se nos lleva a pedazos el propio corazón.

El viento ama. Es la luz.

Su corazón infinito está feliz,

para él no hay tiempo.

Oigámosle siquiera su canto

 entre los árboles.

Sintámosle

como la vida llenando los confines.

 

XV

 

Cotidiano es el viento

 en su camino.

Cotidiano es su canto

de puro verso

sin muerte y sin nostalgia.

Cotidiano es el hombre.

Hermanos: amémonos.

Amémonos en los ojos de todos reducidos a lágrimas.

Digo que vendrá un nuevo instante

a soplarnos el alma

y a poner flores nuevas.

Y el viento

tendrá que descender

entre los árboles

hacia las formas vivas de nosotros,

hacia el hombre.

Hacia el hombre



Nació en Lima el 11 de febrero de 1940 y murió en esa misma ciudad en julio de 1990. Buena parte de su vida la pasó en Trujillo en donde, al igual que otros de sus compañeros del Grupo Trilce, estudió en la Universidad Nacional de Trujillo. Allí ejerció la Presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios, obtuvo sus primeros triunfos literarios al resultar ganador de los Juegos Florales de Poesía durante los años 1961, 1962, 1963 y 1964, y se graduó como profesor de Lengua y Literatura. De 1963 data uno de sus más importantes poemas líricos, Cotidiano es el Viento, con el que obtiene el primer puesto en el concurso convocado por el Club de Leones de Trujillo con motivo de los Juegos Florales de Primavera. En 1965, con su libro La ciudad otra vez, obtiene el premio quinquenal de poesía "El poeta joven del Perú", compartido con Winston Orrillo. Su trayectoria académica como profesor universitario la vivió en la Universidad Nacional de Cajamarca, desde donde desarrolló una gran labor creativa como docente, poeta, narrador, conferencista y animador cultural. Se afincó en Cajamarca hasta los últimos días de su vida. OBRA POÉTICA: Cotidiano es el viento (1963), La ciudad otra vez (1966) Esa enorme estrechez y otros poemas (1966), La nueva emoción (1974), El herramentario y otros artefactos (1976), Piedras de Cajamarca (1976), Altas canciones (1977), Celebración del ají (1978), Sexteto de cuerdas (1978), Silencio uno (1979), Palomas sobre los tejados (1981), Flores de Cajamarca (1986), Sonetos sobre la mesa (1988), Poemas casi últimos (s/f), La novísima crónica de Cajamarca (s/f), Pájaros de Cajamarca (2001), Poesía reunida (2001), volumen este último que reúne toda su poesía completa. ENSAYOS: Chocano: otra resurrección (1975), Periodismo y Educación (1978), Cajamarca: Turismo y comunicación (1980), Bolívar en Cajamarca: Literatura y creación (1983), Antenor Orrego y sus dos prólogos a Trilce (1984). ANTOLOGÍAS: El árbol en la literatura peruana (1974), El árbol en la literatura latinoamericana (1975), El árbol en la literatura universal (1976), El árbol en la literatura cajamarquina (1977). En cuanto al poema seleccionado para esta muestra, Cotidiano es el viento, el poeta y guionista José Watanabe Varas señala que "no es aventurado decir ahora que Manuel Ibáñez nace maduro en la poesía. Ese personificar al viento como un personaje al que se canta de manera sostenida en un poemario es una hazaña para un poeta que comienza, que se aleja de los usuales atrevimientos de tantos otros que hacen de sus primeros poemas un borrador de manifiestos.". 

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