Cotidiano
es el viento
I
Por la
arboleda
el
viento va cantando.
Si es
que canta,
el
corazón azul del viento
está
feliz.
Si está
feliz el viento,
su
corazón azul
no se
abrirá a la noche.
Ni
temerá la sombra.
II
Porque
la sombra
nos
motiva penas en el alma.
Si en
el caudal del viento hay una pena,
herido
entonces,
en una
hoja seca de inacabado espacio,
dejaría
de dormir alturas
y de
soñar
con la
versión más honda de la luz.
Con esa
luz de canto que nos repite el sol
cuando
mata a la sombra.
El
viento aprendería, entonces,
de
memoria, otras voces ajenas,
cuando
las penas hieren
las
intuidas sienes del hombre y su silencio.
III
Por la
arboleda
el
viento va cantando.
Si es
que canta
no
temerá la sombra.
Libre,
asciende hasta el origen leve
de la
nube,
y baja
al mismo tiempo,
a rozar
con los dedos un oleaje de
flores,
empinándose
para
mirar el mundo.
Cotidiano
es el viento
en su camino
de la
piedra hasta el fruto.
Cotidiano
es su canto de persistente huella
en la
mañana.
IV
Desde
el espejo del viento
he
visto mi propio corazón.
Ay,
este corazón anudado de tristeza
y este
viento sin mí de claro cielo.
Esta alegría que se aleja
sin
haber estado en la cuenca vacía de
mis
manos,
es un
viento de luz
que
sonríe a través de todas las
ventanas…
Es un
viento
que no
quiere seguir mi viaje amargo
junto a
todos, del polvo a flor de
espina
hacia
el final del tiempo.
De
ceniza cualquiera
es mi
corazón,
al
verlo desde el viento..
V
Porque
en mi corazón
hay un
oscuro nido.
Imagínate.
Hay una
tarde de sombra
hostigándome.
Hay un
vacío
que no
puedo quitarlo
con mi
voz.
VI
Me
gustaría ser feliz copia del viento.
Volar
por su camino al borde de su canto
sin
rejas.
Me
gustaría ser lámpara de viento
en el
hogar humilde de los pobres.
Sin
temer a los ojos arteros de la sombra
ni
temerle tampoco a la vida
que nos
roba los sueños
cada
día…
VII
En un
poema -en un instante
casi
hondo en el tiempo
me
confundí fraterno con el viento.
Hablé
con él -así como se reza
para
encargarle besos a mi perdida
amada.
Que le
diga mi amor de arrullos y albas,
con su
mensaje de azucenas inquietas
y con
su plena voz
que es la limpia voz de nuestras esperanzas.
Hoy, desde mis cosas muertas,
he de
pedirle al viento un sol de eterno
círculo
para
esta sombra tan cerca de mí mismo.
Para el odio del uno.
Para el
temor
del
otro…
VIII
Porque
en mi corazón
deben
habitar amores puros.
Porque
a todos los lados
hay
figuras que pesan en miseria.
Quiero
pedirle al viento
un
surco alegre
para
enterrar el odio.
Para
sembrar la fría soledad,
la
nuestra soledad,
y
cosechar los latidos más fuertes
y los
besos
más
hondos
de esta
tierra…
IX
Dondequiera
los
años pasan a través del viento:
es la
vida que corre a tranco largo.
En
silencio las manos se acurrucan.
Y los
ojos, los brazos, las siluetas
son
cosas olvidadas que se escapan.
Y viaja
el corazón hacia lo viejo.
El
viento mientras tanto,
ronda y
canta.
Porque
el viento es más viejo
que su
imagen,
es la
luz.
Tras de
nosotros, vienen más
porque
la sombra es triste
y es
inmensa.
Inmensa.
Pero
puede acabarse ante dos
risas
juntas.
X
Ver el
viento
y
sentir en el alma la angustia
de
rostros apretados colmándose
de
nada…
Ver el
viento y sentir un
bullicio
de niños
sin
juguetes y con ojos de otoño…
Ver el
viento
y
sentir el aliento de la perdida amada
que nos
grita adioses desde lejos…
Y no
poder buscar,
ni hacer,
ni
amar…
XI
Hermano: búscate el corazón
y
también encontrarás la parte de
sombra
que te
toca.
Por la
arboleda
el
viento va cantando.
¿No lo
oyes?
XII
Hermano:
tal vez antes que el hombre
advirtiera
lo tierno de la lluvia,
ya
estaba su corazón
prendido
en sombra.
El
viento, la luz
estaba
a nuestro lado, nos seguía.
El
viento, la luz, la suavidad
estaba
a nuestro lado, y todo
nos
seguía para darnos amor.
Sabían
nuestro odio
y
nuestra ausencia.
Mas
hubo sombra.
Y el
viento estaba alto
, alto,
ebrio
de altura.
XIII
Por eso
en cada
amanecer
no miramos el hambre
largamente
propio de los hombres.
No
abrimos las venas a la sangre
hacia
el fuerte tormento del vecino.
El
nuestro es un amor pequeño,
difundido,
de
huidiza dulzura.
Y no
somos felices.
Somos
sombras.
Sombra
de lo que somos
frente
al viento…
XIV
En la
vida que corre con nosotros,
con los
años que pasan,
la
sombra, singular o plural,
va
cercándonos.
Se nos
lleva a pedazos el propio corazón.
El
viento ama. Es la luz.
Su
corazón infinito está feliz,
para él
no hay tiempo.
Oigámosle
siquiera su canto
entre los árboles.
Sintámosle
como la
vida llenando los confines.
XV
Cotidiano
es el viento
en su camino.
Cotidiano
es su canto
de puro
verso
sin
muerte y sin nostalgia.
Cotidiano
es el hombre.
Hermanos:
amémonos.
Amémonos
en los ojos de todos reducidos a lágrimas.
Digo
que vendrá un nuevo instante
a
soplarnos el alma
y a
poner flores nuevas.
Y el
viento
tendrá
que descender
entre
los árboles
hacia
las formas vivas de nosotros,
hacia
el hombre.
Hacia
el hombre
Nació en Lima el 11 de febrero de 1940 y murió en esa misma ciudad en julio de 1990. Buena parte de su vida la pasó en Trujillo en donde, al igual que otros de sus compañeros del Grupo Trilce, estudió en la Universidad Nacional de Trujillo. Allí ejerció la Presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios, obtuvo sus primeros triunfos literarios al resultar ganador de los Juegos Florales de Poesía durante los años 1961, 1962, 1963 y 1964, y se graduó como profesor de Lengua y Literatura. De 1963 data uno de sus más importantes poemas líricos, Cotidiano es el Viento, con el que obtiene el primer puesto en el concurso convocado por el Club de Leones de Trujillo con motivo de los Juegos Florales de Primavera. En 1965, con su libro La ciudad otra vez, obtiene el premio quinquenal de poesía "El poeta joven del Perú", compartido con Winston Orrillo. Su trayectoria académica como profesor universitario la vivió en la Universidad Nacional de Cajamarca, desde donde desarrolló una gran labor creativa como docente, poeta, narrador, conferencista y animador cultural. Se afincó en Cajamarca hasta los últimos días de su vida. OBRA POÉTICA: Cotidiano es el viento (1963), La ciudad otra vez (1966) Esa enorme estrechez y otros poemas (1966), La nueva emoción (1974), El herramentario y otros artefactos (1976), Piedras de Cajamarca (1976), Altas canciones (1977), Celebración del ají (1978), Sexteto de cuerdas (1978), Silencio uno (1979), Palomas sobre los tejados (1981), Flores de Cajamarca (1986), Sonetos sobre la mesa (1988), Poemas casi últimos (s/f), La novísima crónica de Cajamarca (s/f), Pájaros de Cajamarca (2001), Poesía reunida (2001), volumen este último que reúne toda su poesía completa. ENSAYOS: Chocano: otra resurrección (1975), Periodismo y Educación (1978), Cajamarca: Turismo y comunicación (1980), Bolívar en Cajamarca: Literatura y creación (1983), Antenor Orrego y sus dos prólogos a Trilce (1984). ANTOLOGÍAS: El árbol en la literatura peruana (1974), El árbol en la literatura latinoamericana (1975), El árbol en la literatura universal (1976), El árbol en la literatura cajamarquina (1977). En cuanto al poema seleccionado para esta muestra, Cotidiano es el viento, el poeta y guionista José Watanabe Varas señala que "no es aventurado decir ahora que Manuel Ibáñez nace maduro en la poesía. Ese personificar al viento como un personaje al que se canta de manera sostenida en un poemario es una hazaña para un poeta que comienza, que se aleja de los usuales atrevimientos de tantos otros que hacen de sus primeros poemas un borrador de manifiestos.".
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