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viernes, 25 de septiembre de 2020

Edder Baldeos Terrones - En Casa. (Serie: Cuento)

 



“Equivocamos el camino para hallar la felicidad”

                                                                         G-3

 

Madre nos decía a hermano y a mí que no había mejor sitio para estar que el hogar. Nos dijo que cuando nos sintamos rechazados en alguna circunstancia, pensemos siempre en nuestra casa como refugio. Lo dijo tantas veces, que en un momento dado, le creímos.

Eso duró hasta mis catorce años, trece en el caso de hermano; cuando un tipo asomó hasta la casa con sus cinco maletas Porta, se estableció en la habitación de mamá y se quedó sin premura. Unos días después, madre nos pidió cambiarnos de dormitorio. Hasta entonces, nosotros teníamos la recamara más grande por ser dos y ella solo una. Entonces se hizo el cambio, el primero. Nos confinó a hermano y a mí a un cuarto corto y chato, de paredes sin tarrajear y, sobre todo, de total incertidumbre.

No lo conocimos con propiedad antes de su incorporación a la familia, al menos con la que se debiera conocer a un próximo padrastro. Tuve la certeza que su presentación no fue la adecuada; me hubiera encantado saber un poco más de quien, de pronto, nos quitó la habitación y algunos sueños. Solo supimos que ayudaba a madre cargando los bultos más pesados del mercado y que le invitaba bocadillos en los descansos del trabajo. Carecíamos de una idea clara de cómo sería nuestra vida con él a lado.

La situación se complicó cuando en el siguiente febrero murió hermano. Esa fiebre que, según Rubén, desaparecería con un paracetamol cada ocho horas por tres días, culminó en una última visita al hospital. En un inicio nadie le achacaba ninguna responsabilidad, pero en cada pelea doméstica entre él y madre, ella terminaba encarándole las veces que quiso llevar a su pequeño a atenderse y a las que él respondía con falta de dinero y tiempo por el trabajo mísero que tenían.

Por las tardes, justo cuando la proximidad de la oscuridad estaba cerca, oía llorar a madre. Rubén dejó de regresar a casa en su horario habitual y llegaba siempre a destiempo. Ella, entre sollozos cada vez más fuertes, esperaba un abrazo amigo. No había nadie. En todas esas ocasiones tuve la sensación que mi presencia a su lado era fundamental, sin embargo, desde la partida de hermano y por el cambio repentino de nuestras vidas, la habitación se me hacía cada vez más grande e invulnerable.

*

- Eso pasó hace tanto, ¡no puedes seguir culpándolo de la separación de tu familia!-, dijo Jorge sopesando en las ideas de su compañero.

- No entiendes nada, mi hermano, no es que lo culpe. Pasa que cuando hay problemas en casa siempre recuerdo estos pasajes de mi vida-

- Claro, luego te fuiste a vivir con tus abuelos y la cosa cambió-, le replicó Jorge, mientras le alcanzaba la Pilsen casi vacía.

- No seas vago, sécala nomás- le dijo mientras le devolvía la botella. -Y eso es cierto, se separaron porque la situación no podía seguir así.-

- Mira, mano, en las relaciones de convivencia es mejor saber cuándo rendirse y dar un paso al costado-.

- Yo lo sé, lo tengo claro. Además, no me metas esas ideas en la cabeza. Sabes que de acá tengo que irme a casa y las cosas ahí están bien bravas-.

*

Después de una tarde reflexiva, comprendió que su relación no daba para más. Esperaría el regreso de Rubén y le diría que se marche. Habían pasado siete meses desde la ida de su Danielito y él solo había ayudado a acrecentar su dolor.

Todas las noches pensaba en su hijo y en lo doloroso de la muerte. Una compañera de trabajo le había comentado que en la tierra tenemos una fecha determinada para irnos: No importaba las formas en las que te cuides o en las que intentes evitarlo, llegaba cuando menos lo esperabas. Siempre había evitado pensar en el destino, pues consideraba que nuestros actos son los que finalmente rigen nuestro futuro. Ante ello, no pudo sortear preguntarse: ¿qué hizo Danielito para merecerse eso?

La puerta de metal vibró toscamente. Pensó que era Rubén quien estaba del otro lado, lo que la llevó a un momento de tensión y suspenso. Se asomó por la ventana y verificó que en la tienda de enfrente un camión descargaba gaseosas de distintas marcas: falsa alarma.

Cuando regresó al sofá pensó en los alcances del fenecimiento y lo diferente que era para cada uno de ellos. Rubén había continuado con su vida prácticamente normal, sin inmutarse ni complicarse con alguna desdicha. Ella, en cambio, lo recordaba cada día: en algunas ocasiones parecía escucharle buscando comida entre las ollas de la cocina; por esa razón, desde hacía unos meses preparaba una presa de más en los almuerzos. Luego, estaba el nene, le decían así de cariño; desde la ida de su hermano no salía de su cuarto más que para comer e ir al colegio, ¿qué pasará por su mente?, se preguntaba.

La entrada vibró nuevamente, esta vez con más precisión. Rubén había llegado.

Desde su habitación solo escuchaba algunas voces que se sobreponían. Pocos gritos, algunas lágrimas y mucha tristeza. Luego, el silencio. Se asomó por el recodo de la ventana e identificó a Rubén con sus maletas Porta azules. Parecían llenas. Ambos abrieron las puertas al mismo tiempo: él la de su habitación y Rubén la de la entrada. Su madre estaba en el sofá evitando la mirada final de su, hasta ese momento, pareja. El joven fue hasta ella y la abrazó tan fuerte como le hubiera gustado hacerlo consigo mismo. Mientras tanto, la puerta daba ese chillido característico de cuando se cerraba.

No hubo más palabras aquella noche. Un sonido extraño vino de la cocina, ambos sabían la procedencia del mismo, aunque en esa ocasión no sopesaron en él.

*

- No te lo había contado, pero, tú eres mi mejor amigo-

- Yo sé, es más, no me sorprendería que sea el único-, le repuso Jorge. Destapó la última botella que quedaba en la caja y se la alcanzó. – Sabes, desde que ustedes la vendieron o se la arrebataron, no lo sé, su casa parece más viva-.

- ¿Los nuevos inquilinos son tan alegres?-

- No creo que sea eso, ellos no nos cuentan ni buenas ni malas noticias. En cambio, con ustedes, todas eras malas.-

- Tampoco me sorprende-, le replicó mientras soltaba una media carcajada.

*

Nunca supe cómo expresar mis sentimientos. En algunas ocasiones, la felicidad me embargaba y los demás me resaltaban la seriedad de siempre; en otras en cambio, el terror me invadía y yo parecía el tipo más sereno del lugar. Cuando la mujer de la que me había enamorado me necesito hace casi siete meses, no supe acompañarla con un abrazo.

El día que falleció Danielito, algo en mí también murió. Al principio todo parecía de mero trámite, se trataba solo de un niño con una fiebre cualquiera. Le propuse a Karen comprar unas pastillas en la farmacia de la esquina, observar cómo Daniel reaccionaba a las mismas y que procuremos abrigarlo todo ese tiempo. Ella aceptó mi propuesta, pues de esa forma nos ahorrábamos algunas monedas de nuestro cabizbajo presupuesto mensual. Luego, la situación fue poniéndose más compleja. La fiebre no bajaba y en el hospital la atención era nula. Cuando por fin pudimos ser atendidos por un médico general, era tarde. El doctor nos dijo que se le había reventado el apéndice.

- Resulta llamativo comprobar que un órgano tan inútil pueda acabar con la vida de alguien-, dijo el galeno, mientras Karen y yo lo miramos entre furiosos y confundidos.

Desde aquel día, nuestra relación se vio menguada hasta el término. En cada discusión, Karen solía culparme de la desgracia. Tuve que aceptar un doble turno en el trabajo para terminar de pagar el costo del entierro. El nene apenas y hablaba, solía encerrarse en su habitación y salir de ella solo a la hora de la comida. Los pocos amigos en común que teníamos, luego de conversar con Karen, me esquivaban y atacaban. Por último, ella decidió botarme de su casa.

Ni siquiera en ese momento pude mostrar algo de personalidad. Agaché la cabeza y acepté todos y cada uno de sus reclamos. Cuando el nene salió de su recamara para abrazar a su madre y apoderarse nuevamente de su vida, yo abrí la puerta de la casa y terminé saliendo de las suyas.

*

- ¿Compramos unas más, mi hermano?-, le dijo Jorge mientras hacía una finta de buscar entre sus bolsillos.

- No, no, ya es tarde y tengo que ir a ver a mi mujer. Me ha dicho que quiere conversar con urgencia-.

- Uy, hermano, eso parece que va a estar bravo-, le respondió Jorge con cierta sorna.

- Ya lo creo, me parece que esta noche iré a dormir a tu casa-.

- Ay, nene, ya sabes que no hay problema con eso. Me das una llamada nomás-, le dijo casi riéndose.

- Tenemos algunos problemas con nuestros hijos…-, reflexionó antes de ser interrumpido por su amigo.

- Pero, ni siquiera son tuyos, no deberías-, sentenció su compañero. Al mismo tiempo, lo tomó del brazo y lo atrajo un poco hacía sí: -Recordando lo que dijo tu madre, eso de que el hogar es un refugio, ¿alguna vez regresaste a tu casa?-.

Se quedó mirando el final de la calle -No, nunca lo hice-. De un tirón se zafó de la mano de Jorge, –hasta ahora la habitación se me sigue haciendo grande e invulnerable-.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Andaluz Pretel Alva - Inhabitable. (Serie: Poesía)




 


INHABITABLE


Un cuarto de mi casa está vacío

a la altura de mis costillas se oye un eco de latidos

giro la llave y se abren cuatro paredes desboronadas.


El nuevo orden de las cosas empaña con su lustre

mis pupilas acuosas, náufragas de la isla inundada.


Reaparece la funcionalidad del cemento antes de si

con el oficio de planchar mi carne, única vestimenta apropiada.


Todos transitan sus metros cuadrados a cualquier hora

menos yo,  que lo imagino       desempolvado

                    desclavado

                    sin tiempo

Cavidad silente

Caja torácica agitada

Ventrículos de asfixia

Rostro apagado

[Espacio donde el viento gime 

[Jardín donde las plantas resecan

Nadie palpa sus cimientos

quién era

quién fue

que ya no existe

Yo soy esa casa 

                            [No le busquen dintel

 al hormiguero arenado]

           



 


jueves, 17 de septiembre de 2020

Manuel Ibáñez Rosazza - Cotidiano es el Viento (Serie: Rescate Literario)

 



Cotidiano es el viento

 

I

Por la arboleda

el viento va cantando.

 

Si es que canta,

el corazón azul del viento

está feliz.

 

Si está feliz el viento,

su corazón azul

no se abrirá a la noche.

 

Ni temerá la sombra.

 

II

 

Porque la sombra

nos motiva penas en el alma.

Si en el caudal del viento hay una pena,

herido entonces,

en una hoja seca de inacabado espacio,

dejaría de dormir alturas

y de soñar

con la versión más honda de la luz.

Con esa luz de canto que nos repite el sol

cuando mata a la sombra.

El viento aprendería, entonces,

de memoria, otras voces ajenas,

cuando las penas hieren

las intuidas sienes del hombre y su silencio.

 

III

 

Por la arboleda

el viento va cantando.

Si es que canta

no temerá la sombra.

 

Libre, asciende hasta el origen leve

de la nube,

y baja al mismo tiempo,

a rozar con los dedos un oleaje de

flores, empinándose

para mirar el mundo.

Cotidiano es el viento

 en su camino

de la piedra hasta el fruto.

Cotidiano es su canto de persistente huella

en la mañana.

 

IV

 

Desde el espejo del viento

he visto mi propio corazón.

Ay, este corazón anudado de tristeza

y este viento sin mí de claro cielo.

 Esta alegría que se aleja

sin haber estado en la cuenca vacía de

mis manos,

es un viento de luz

que sonríe a través de todas las

ventanas…

 

Es un viento

que no quiere seguir mi viaje amargo

junto a todos, del polvo a flor de

espina

hacia el final del tiempo.

 

 

 

De ceniza cualquiera

es mi corazón,

al verlo desde el viento..

 

V

 

Porque en mi corazón

hay un oscuro nido.

Imagínate.

Hay una tarde de sombra

hostigándome.

Hay un vacío

que no puedo quitarlo

con mi voz.

 

VI

 

Me gustaría ser feliz copia del viento.

Volar por su camino al borde de su canto

sin rejas.

Me gustaría ser lámpara de viento

en el hogar humilde de los pobres.

Sin temer a los ojos arteros de la sombra

ni temerle tampoco a la vida

que nos roba los sueños

cada día…

VII

 

En un poema -en un instante

casi hondo en el tiempo

me confundí fraterno con el viento.

Hablé con él -así como se reza

para encargarle besos a mi perdida

amada.

Que le diga mi amor de arrullos y albas,

con su mensaje de azucenas inquietas

y con su plena voz

 que es la limpia voz de nuestras esperanzas.

 Hoy, desde mis cosas muertas,

he de pedirle al viento un sol de eterno

 círculo

para esta sombra tan cerca de mí mismo.

 Para el odio del uno.

Para el temor

del otro…

 

 

VIII

 

Porque en mi corazón

deben habitar amores puros.

Porque a todos los lados

hay figuras que pesan en miseria.

Quiero pedirle al viento

un surco alegre

para enterrar el odio.

Para sembrar la fría soledad,

la nuestra soledad,

y cosechar los latidos más fuertes

y los besos

más hondos

de esta tierra…

 

IX

 

Dondequiera

los años pasan a través del viento:

es la vida que corre a tranco largo.

En silencio las manos se acurrucan.

Y los ojos, los brazos, las siluetas

son cosas olvidadas que se escapan.

Y viaja el corazón hacia lo viejo.

El viento mientras tanto,

ronda y canta.

Porque el viento es más viejo

que su imagen,

es la luz.

Tras de nosotros, vienen más

porque la sombra es triste

y es inmensa.

Inmensa.

Pero puede acabarse ante dos

risas juntas.

 

X

 

Ver el viento

y sentir en el alma la angustia

de rostros apretados colmándose

de nada…

Ver el viento y sentir un

bullicio de niños

sin juguetes y con ojos de otoño…

Ver el viento

y sentir el aliento de la perdida amada

que nos grita adioses desde lejos…

Y no poder buscar,

 ni hacer,

ni amar…

 

XI

 

 Hermano: búscate el corazón

y también encontrarás la parte de

sombra

que te toca.

Por la arboleda

el viento va cantando.

¿No lo oyes?

 

XII

 

Hermano: tal vez antes que el hombre

advirtiera lo tierno de la lluvia,

ya estaba su corazón

prendido en sombra.

El viento, la luz

estaba a nuestro lado, nos seguía.

El viento, la luz, la suavidad

estaba a nuestro lado, y todo

nos seguía para darnos amor.

Sabían nuestro odio

y nuestra ausencia.

Mas hubo sombra.

Y el viento estaba alto

, alto, ebrio

de altura.

 

XIII

 

Por eso

en cada amanecer

 no miramos el hambre

largamente propio de los hombres.

No abrimos las venas a la sangre

hacia el fuerte tormento del vecino.

El nuestro es un amor pequeño,

difundido,

de huidiza dulzura.

Y no somos felices.

Somos sombras.

Sombra de lo que somos

frente al viento…

 

 

 

 

XIV

 

En la vida que corre con nosotros,

con los años que pasan,

la sombra, singular o plural,

va cercándonos.

Se nos lleva a pedazos el propio corazón.

El viento ama. Es la luz.

Su corazón infinito está feliz,

para él no hay tiempo.

Oigámosle siquiera su canto

 entre los árboles.

Sintámosle

como la vida llenando los confines.

 

XV

 

Cotidiano es el viento

 en su camino.

Cotidiano es su canto

de puro verso

sin muerte y sin nostalgia.

Cotidiano es el hombre.

Hermanos: amémonos.

Amémonos en los ojos de todos reducidos a lágrimas.

Digo que vendrá un nuevo instante

a soplarnos el alma

y a poner flores nuevas.

Y el viento

tendrá que descender

entre los árboles

hacia las formas vivas de nosotros,

hacia el hombre.

Hacia el hombre



Nació en Lima el 11 de febrero de 1940 y murió en esa misma ciudad en julio de 1990. Buena parte de su vida la pasó en Trujillo en donde, al igual que otros de sus compañeros del Grupo Trilce, estudió en la Universidad Nacional de Trujillo. Allí ejerció la Presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios, obtuvo sus primeros triunfos literarios al resultar ganador de los Juegos Florales de Poesía durante los años 1961, 1962, 1963 y 1964, y se graduó como profesor de Lengua y Literatura. De 1963 data uno de sus más importantes poemas líricos, Cotidiano es el Viento, con el que obtiene el primer puesto en el concurso convocado por el Club de Leones de Trujillo con motivo de los Juegos Florales de Primavera. En 1965, con su libro La ciudad otra vez, obtiene el premio quinquenal de poesía "El poeta joven del Perú", compartido con Winston Orrillo. Su trayectoria académica como profesor universitario la vivió en la Universidad Nacional de Cajamarca, desde donde desarrolló una gran labor creativa como docente, poeta, narrador, conferencista y animador cultural. Se afincó en Cajamarca hasta los últimos días de su vida. OBRA POÉTICA: Cotidiano es el viento (1963), La ciudad otra vez (1966) Esa enorme estrechez y otros poemas (1966), La nueva emoción (1974), El herramentario y otros artefactos (1976), Piedras de Cajamarca (1976), Altas canciones (1977), Celebración del ají (1978), Sexteto de cuerdas (1978), Silencio uno (1979), Palomas sobre los tejados (1981), Flores de Cajamarca (1986), Sonetos sobre la mesa (1988), Poemas casi últimos (s/f), La novísima crónica de Cajamarca (s/f), Pájaros de Cajamarca (2001), Poesía reunida (2001), volumen este último que reúne toda su poesía completa. ENSAYOS: Chocano: otra resurrección (1975), Periodismo y Educación (1978), Cajamarca: Turismo y comunicación (1980), Bolívar en Cajamarca: Literatura y creación (1983), Antenor Orrego y sus dos prólogos a Trilce (1984). ANTOLOGÍAS: El árbol en la literatura peruana (1974), El árbol en la literatura latinoamericana (1975), El árbol en la literatura universal (1976), El árbol en la literatura cajamarquina (1977). En cuanto al poema seleccionado para esta muestra, Cotidiano es el viento, el poeta y guionista José Watanabe Varas señala que "no es aventurado decir ahora que Manuel Ibáñez nace maduro en la poesía. Ese personificar al viento como un personaje al que se canta de manera sostenida en un poemario es una hazaña para un poeta que comienza, que se aleja de los usuales atrevimientos de tantos otros que hacen de sus primeros poemas un borrador de manifiestos.". 

martes, 15 de septiembre de 2020

Andrea Cruzado - Hambre (Serie: Cuento)

 



Lo supe durante el verano, tenía ciertas sospechas, pero los límites de mi moral no me permitían aceptarlas. La tarde del 18 de enero fui ingresada por emergencia al hospital de mi ciudad, de aquel día solo recuerdo los mareos y la sangre en mi almohada, eso le dije al médico – miento - también recuerdo el crujido en mi estómago, el hambre.


El hambre es una de las sensaciones que más disfruto, se antepone a mi ansiedad, la controla y controla al vacío que siento; el hambre llena mi pensamiento de cosas deliciosas, me pone a prueba, sabe de mis límites:

 

“No tienes hambre, tienes sed.

No tienes hambre, tienes sed.

No tienes hambre, tienes sed.

No tienes hambre, tienes sed.

No tienes hambre, tienes sed.

No tienes hambre, tienes sed.”

 

Aquello resonaba en mi cabeza hasta convertirse en una línea que me ingresaba a un coma instantáneo que, con fuerza y destello rompía el congestionamiento de comida y vómito que reproducía mi memoria.

 

Regreso a la realidad.


Rin me mira un poco inquieto, le devuelvo la mirada, le sonrío - para mí un filete de carne muy jugoso - le respondo, acertando la carta que ni siquiera había leído pero que sostenía fuerte y pegada a la cara. Le explico que debo usar los servicios, retrocedo la silla, siento que Rin me observa extraño, presiento que la cita se irá a la mierda - vamos, todo siempre se va a la mierda - pienso. Nuestro amor es un juego erróneo y perdido, mis derrotas nunca son dignas, siempre arrojo la mentira y el dolor contra mí misma. Me levanto, deslizo mis manos, plancho mi falda escocesa y me ausento.

 

Camino entre las mesas, el tramo se hace largo, y el baño se me hace lejano. Mientras esquivo las sillas de los comensales alzándose para salir; ciertas ideas cuerdas llegan a mí, conciencia le llaman, lo cierto es que, ni siquiera estaba segura de lo que iba a hacer. Llevaba conmigo una mochila negra de un material muy suave parecido a la textura del durazno, dentro de ella mucho papel y mucha agua. Adentro lo importante es no hacer ruido. De entre todas las mesas llenas de personas, mi mirada se topa con la de una mujer, me mira firme, profundo; ese encuentro me perturba y me complace, su interés extraño era una suerte de recompensa en este campo de concentración; pienso entonces, que aquella mujer sospecha de mis intenciones. Se levanta.

 

¿vendrá hacia mí? ¿sabe que me preparo? ¿desde cuándo me observa? ¿será que estoy nerviosa y se me nota? ¿será el qué?

 

Mi cuerpo se tulle y sólo atino a buscar a mi compañero entre las mesas, sin hallarlo, un pájaro revolotea fuerte en mis intestinos, mi mente se debilita, mi visión se nubla, sin dudarlo

salgo de aquel restaurante y un golpe certero de aire me devuelve a la vida.

 

Detengo el primer bus que pasa, subo.

 

Con suerte el carro arranca antes de que yo logre sentarme, e inicia el deporte violento de dejar al azar el movimiento de mi cuerpo que, al final de ese pasillo se sacude y se tumba en el último asiento. Volteo y miro a Rin alejarse, volverse pequeño, estático; aquella escena me conmueve más de lo que podría soportar, lloro, uso gafas, le tiro un beso.


sábado, 12 de septiembre de 2020

 



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Pablo Moreno Valverde - Todo Por Ti (Serie: Cuento/Juvenil)





A mis grandes amigas

Todos salieron corriendo de las aulas del colegio. El grito vino desde el baño. Dos de mis mejores amigas estaban peleando. El auxiliar se dirigió con mucha prisa. Los gritos no paraban, cada vez eran más fuertes. Para sorpresa mía, entre tantas palabras que se decían una a la otra, escuché mi nombre.

  • Oíste eso, Flaco – me dijo Luis.

  • Están peleando por ti, aclaró.

Agaché la cabeza y no pronuncié ninguna palabra.

Desde lo alto pude ver cómo se las llevaban a la oficina del Director.

Recuerdo que hace una semana, Mariela me pidió que a la hora de salida lo acompañara hasta su casa. No me negué ya que aún era temprano para llegar hasta la mía. Caminamos casi seis cuadras y cuando estábamos por llegar, ella me dijo que tenía algo importante que decirme: entonces, decidimos voltear a la derecha con dirección a un parque. Yo notaba algo raro en ella, nunca vi ese tipo de comportamiento. No le di importancia. Nos sentamos en una de las bancas. Me miró muy seria. Yo reí al verla en esa actitud.

  • No te burles – me dijo.

  • Y yo, no lo estoy haciendo.

  • Escucha – increpó. Está bien – le dije.

  • Me cogió de la mano y balbuceó algo que no entendí

  • ¿Qué? Le dije.

  • ¿Qué dices?  Le repetí.

  • Estoy enamorada de ti.

  • Sí, estoy enamorada de ti.

  • Me repitió por segunda vez.

Me quedé sorprendido por unos minutos sin mencionar palabra alguna.

  • Me gustas mucho – volvió a decir.

  • Creo que estás confundida o equivocada conmigo – le respondí.

  • Ya pasará, es cuestión de tiempo o que lo pienses bien – afirmé.

  • Estoy segura de lo que siento, me gustas  hace mucho tiempo, solo que no te lo dije – enfatizó.

Me miró fijamente y derramó unas cuantas lágrimas.

Me sentí en una situación bochornosa y complicada.

Solo callé y volví a aclarar, - ya te pasará – y caminamos con dirección a su casa, los dos en silencio. Me despedí.

Ayer vi a Baly y me contó que estaba enamorada, pero que no se atrevía a decirlo porque, como era uno de sus mejores amigos, talvés lo iba a rechazar.

  • Tengo temor decirle que me gusta mucho – me dijo.

  • Solo dile, por ahí, también, tú le gustas y termine aceptándote – le respondí

  • Creo que debes buscar un intermediario, alguien que lo conozca, eso facilitaría las cosas – le aclaré.

  • Eso haré – me dijo.

Camino a la dirección, ellas seguían discutiendo, volví a escuchar mi nombre.

  • Tú sabías que me gustaba – le dijo Baly a Mariela

  • Por eso yo confié en ti para que lo dijeras; sin embargo, decidiste declararte – le volvió a mencionar enfáticamente.

Las dos entraron a la dirección, les esperaba el Director con la Psicóloga.

Nunca pensé que esto sucedería, ambas son importantes para mí, y solo las quiero como amigas.




Biografía del autor:

Pablo Moreno Valverde (Perú) Publicó algunos libros de poesía y cuento al final del siglo XX e inicios del XXI. Asimismo, sus poemas, cuentos, microcuentos, microrrelatos aparecen en periódicos, fondos de fotografía profesional, revistas de literatura y antologías peruanas mexicanas, colombianas, chilenas, españolas y francesas. Ha merecido algunos premios y reconocimientos en su país y en el vivos sus sueños e extranjero por su pasión a la escritura literaria. Actualmente sigue escribiendo en algún lugar del planeta Tierra, para mantener ideales.