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sábado, 22 de agosto de 2020

Fernando Ballena Robles ( Serie: Cuento)



 


Serían las ocho de la noche. Nosotros no lo esperábamos. La calle solitaria, baja en iluminación y sin mayores ruidos que la voz nuestra. El colegio y las tareas podían esperar. Una sombra se acercaba para convertirse en silueta. Una chiquilla desamparada, con caderas y talle bien rico, se acercaba a nosotros. Nos dejó sin aliento su paso decidido. Nos hizo a un lado y no dejó tiempo para decir nada. Entonces, cuando se alejaba con todo su talante, mi compañero de holgazanerías me dijo como se llamaba. No sabía qué demonios decir, pero la llamé. Ella se detuvo. Es increíble cómo pasaban las cosas, así, de manera tan simple. Mi amigo de noches inútiles se alejaba de nuestros pasos. Tuve la corazonada que la abuela dormiría por el efecto del hipnótico que le recetó el doctor. Caminamos mucho. Ella hablaba de una amiga, de un cuaderno y una tarea. Sin saberlo ni proponérmelo esa noche tendría sexo. Ese olor a leña, esa mirada desconfiada y sexy, de niña mala. Fue un debut espontaneo, una verdadera apertura a la vida y una respuesta. 

Al siguiente día, en el colegio, no cabía de gusto de poder contar cómo es una mujer, a qué sabe el sexo fugaz con una chiquilla lampiña. ¿Pero, qué éramos? No éramos nada. Eso estaba mejor. Pronto ellos la conocieron. Muy pronto ella se haría viral. No era justo lo que quería, pero así se daban las cosas. Para las semanas siguientes, con Los Bronx, hicimos un trato interno, una especie de ritual, donde prometimos no tener sexo con ella si no era colectivo: “si tira uno, tiramos todos”. Logré defraudar un par de veces más a mis amigos. Pero a la tercera: ellos nos siguieron y no nos dejaron en paz. Por cosas del azar ellos entraron a la casa abandonada cuando un par de imbéciles se hacían pasar por policías. Aprovechando la revuelta de gritos, insultos y bravuconadas, ella quiso escapar. Los dos imbéciles que se quisieron hacer pasar por policías salieron perdiendo. Ella también. Los vi enardecidos. Los vi conduciéndola a la parte oscura del mercado. No había gente en las calles, no había quien les diga que no lo hagan. 

Los meses siguientes no la volví a ver. Al parecer ellos tampoco la vieron. Algunos fabulaban encuentros secretos con ella. Paul me confesó la noche de navidad -cuando lo vi bebiendo gaseosa-que ella lo había quemado. Otro me dijo que la ronda urbana la había capturado una noche y entre todos la habían violado. Así terminó su historia. Pudo ser distinta, no lo sé. Ahora está casada, tiene hijos, una vida sosegada. Lo que pasó esa noche quedó en el olvido.


Biografía Sobre mí, en el ahora:

Chepenano-trujillano, nacido durante la junta militar de Morales Bermúdez. Solitario infante de rincones caseros. Hijo de padres chepenanos. He pasado por muchos trabajos, entre ellos: cultivador de rosales, vigilante de caseta, fotógrafo, profesor de inglés, distribuidor de robalo y corvina, librero de calle y de viejo, aprendiz de vidriero. Actualmente me ubico en el tercio superior y estoy por terminar la carrera de antropología en la UNT. 


1 comentario:

  1. Buen relato. Don Fernando tiene muchos más... sería bueno punlicarlos. Felicidades don Fernando...

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