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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Isabel Rodríguez Chávez - Cortina Roja (Serie: Cuento)


 


En algún lugar recóndito de la tierra, existía una niña callada de diez años que fue concebida con el nombre de Luna Lila. La pequeña vivía en una cabaña y su abuela era quien le brindaba la educación. En ese entonces Luna o como más le gustaba que la llamasen, Lila, no había conocido a su padre. Algo triste para alguien de su edad, pero el haber encontrado una rana de color azul, hizo que ella olvidara aquel vacío y que dejara de preguntarse sobre dónde estaba su querido papá.

Ella se parecía mucho a su madre, la cual se llamaba Ramona; aparentaba un poco más de treinta, pero su extraña esencia la hacía ver infinita. Y no es que ella fuera alguna especie de mujer vampiro o licántropo, solo que era una hechicera o como ella prefería ser conocida: “la bruja de las ramas”. Dicho nombre se lo ganaba por la forma de su magia; pues para que ella pudiera realizar cualquier encantamiento, sus manos debían volverse unas ramas, dado que de esas mismas salían las órdenes para que las raíces de la tierra escucharan atentamente a sus pedidos.

Sin embargo, su vida, no era tan simple como se podría pensar. Porque, aunque no pareciera, Ramona, no encargaba a Luna con su abuela para evitar cuidarla, sino, que lo hacía por la peculiar forma de vida que llevaba. Ya que, si ella no salía a recolectar “poder”, es decir, energía para su cuerpo que obtenía a través de consumir los árboles y las plantas de ese mismo bosque; su muerte sería repentina y se convertiría en un simple trébol duro insignificante, que permanecería encerrado dentro de un cristal para siempre. Y, nunca más podría volver a optar la condición de una mujer humana otra vez.

Por lo que, esa era la razón por la cual, Luna, era criada por su abuela, y por qué casi no veía a su mamá. Pues, mientras ella aprendía sobre las constelaciones y la historia de los filósofos más ilustres, Ramona se encontraba comiendo el bosque donde vivían para sobrevivir. Además, no hace falta decir que Luna no sabía nada. La pobre pequeña en su vacío, pensaba que la vida tenía colores y que la historia, era como un adolescente prematuro que nunca aprendía de sus errores por los caprichos de su mente.

Sin embargo, había algo en la cabaña, algo que no le ayudaba a seguir creyendo en el sol como lo conocía. Pues, dentro de ella, sentía que detrás de esa cortina roja que se encontraba al fondo de la casa, algo se escondía; algo que ella sentía que la llamaba y la percibía. Lila jamás había querido intentar cruzarla, pues nunca se había preguntado por qué eso estaba ahí; pero ahora la pregunta que ella se hacía, era por qué tenía el sentimiento de al fin querer saber.

Por lo que una noche decidió entrar y dejar atrás cualquier miedo. Ella misma decidió que tenía que levantarse de la cama, y pasar como un fantasma para no ser oída por su abuela. Pero en la oscuridad de la noche, cualquier destello alucinógeno que pueda parecer imaginario, puede engañar a una niña de tan solo diez años:

-Lila, cariño. ¿Qué haces despierta? - preguntó la abuela al mirarla descalza y con unos ojos saltones.

-Abuela, ¿dónde está mamá? -Lila contestó con otra pregunta.

-Me temo que sigue trabajando...

- ¿Trabajando? ¿En qué? -Lila la miró con ojos de duda, pero la abuela mostrándose consternada, calló.

- ¡¿En qué trabaja mamá, abuela?!-Lila gritó al sentir que los sonidos de la naturaleza comenzaban a sonar cada vez más claros en sus oídos.

Luna comenzó a ver borrosa la habitación y fue cuando de sus orejas, la sangre comenzó a caer. La abuela solo se quedó atónita por unos segundos, para luego sostenerla y llevarla a justo donde ella quería estar; hacia atrás de la cortina roja...

-Abuela, ¿qué pasó? - dijo Lila al levantarse como si hubiera tenido una contusión.

-Querida, tuve que drogarte, me hacías preguntas; pero yo sabía que las respuestas a todas ellas no iban a poder ser explicadas por mí, si es que tú no las veías con tus propios ojos.

- ¿De qué estás hablando? -Lila se sobó los ojos para poder mirar más claro.

-Haz cumplido 10 años como hace dos meses; la naturaleza es sabia, y recientemente ella intenta hablarte. Quizás, fue la droga la que hizo que te sangraran los oídos, pero la verdad es, que eso nos pasa a todos cuando al fin escuchamos el llamado.

- ¿Llamado? ¿Abuela, de qué estás hablando? ¿Y, por qué todo está apagado?

-Es porque sé que al fin quieres entender cómo te sentías. Estás tras la cortina, y es momento de enseñarte la historia de la familia y el legado que te corresponde. Aquí se guardan las memorias, aquí se guardan los recuerdos y los pecados de todos nosotros. Somos hechiceros, Lila; y cada uno vive ciego hasta cumplir los diez años; pues es cuando al fin, según las reglas, se le puede otorgar la consciencia al hechicero de conocer su pasado. Por eso es que no puedes recordar nada; por eso es que sientes un vacío, pero es también por eso, que puedes sentir la inocencia de todo.

- ¿Hechiceros? Abuela, pero yo recuerdo historia, ciencia; las materias que me enseñaste y los juegos con la rana azul... ¿Por qué me dices que no puedo recordar?

-No lo que vives en el presente, Lila; sino lo que viviste desde que llegaste. Lila quedó en silencio, y de las manos de la abuela, nubes púrpuras salieron flotando como si formaran un baile en el espacio:

-Estos son espejos, cada uno tiene un nombre. Ese es el de tu bisabuela, mi madre. Este es el de tu padre; este es el de tu prima Daka; este es de tu madre; este de tu tío Arthur... Y bueno, para no hacer larga la línea. Este es tuyo, querida. Este es tu espejo, debes entrar para ver toda la línea temporal que vives...

- ¿Cómo nacimos hechiceros? - Lila intervino antes de que la abuela pudiera terminar la última palabra, mientras se quedaba asombrada al ver espejos flotantes que parecían portales de colores brillantes.

- O, ¿cómo nos volvemos así? Digo, tú me has estado enseñado de arte, historia, ciencia... Y estas cosas no eran más que mitos dentro de los libros.

- Lila, hay leyendas que creemos que son mentiras, pues el hombre siempre intenta inventar algo para explicar lo que no puede. Sin embargo, nosotros no fuimos creados por nadie, ni tampoco nacimos siendo lo que somos; solo fuimos una deformación de la naturaleza que se cometió por error, o si quieres llamarle destino, no soy quién para retenerte. Hay cosas dentro de este mundo, que nunca terminaremos de entender; pero solo habrá algunos que sí lograrán hallar ciertos misterios. Y esa fue tu tátara-abuela, la madre de mi madre. Era 1550, cuando ella decidió salir a caminar por este mismo bosque. Le gustaba recolectar flores, alimentar a los venados o a las ardillas que encontrara. Pero, nunca imaginó que el beber de una laguna la haría cambiar para siempre.

-Me estás diciendo, ¿que ella bebió de una laguna para volverse hechicera?

 -Te estoy diciendo, que tu tátara-abuela, a tu misma edad, bebió de un agua que no debió tomar.

- Pero, ¿qué le pasó? - ¿Por qué no entras a su espejo, y lo averiguas? - le incentivó su abuela.

-No.…, creo que entiendo. Ella bebió, pero después cayó perdiendo el conocimiento.

-Buena deducción, pero ahora te diré lo demás; ya que sé que no podrías acertarlo. Pues, luego de que tu abuela se desmayara, permaneció inconsciente durante unas tres semanas, casi un mes; escuchando voces en su sonámbulo estado, en las cuáles, reglas específicas se le daban; para que cuando al fin despertase, viera unos pergaminos sueltos bajo una roca en los que comenzaría a escribir la historia, los hechizos, cómo crear estos espejos, cuándo brindarle los recuerdos a los siguientes que vendrían, y todo lo demás que ya irás conociendo.

-Entonces, mamá es una bruja, y tú también... Pero, ¿por qué te ves mucho más adulta que mi mamá, abuela?

-Porque tu bisabuela, no quiso que bebiera del agua. No fue hasta cuando murió, cuando al fin pude hacerlo. Y supe desde ese momento, que no le podría negar eso a mi hija; y por eso que tu madre no aparenta sus años.

-Pero hay algo que aun no entiendo, ¿y papá? Si somos eternos, ¿dónde está papá?

-Lila, en los libros de historia y de poesía; tú entendiste que existe el bien y el mal. Para los hechiceros, esa naturaleza también aplica. El bien es para pocos, y el mal es como una ramera que engatusa al más débil. Y tu padre, lo fue.

-No comprendo abuela. - pronunció Lila con una voz que parecía estar predispuesta a llorar.

-Lila, es momento de que entres a tu espejo y vuelvas a hacer tuyos todos tus recuerdos.

- ¿Pero, no sería mejor si hiciera eso después de beber de la laguna?

-Ay niña, acaso, ¿no me entendiste? Tú ya estuviste ciega, tú bebiste de la laguna cuando apenas eras una bebé; queríamos asegurarnos, porque nuestra forma de vida es subsistir, ya lo entenderás...

Lila bajó la cabeza, y siguió mirando el espacio de unos espejos flotantes que nunca pensó que en algún momento de su vida miraría. Tomó aire, pero antes de siquiera cruzar la aleatoria paleta de colores de aquel vidrio, los gritos de una Ramona exaltada invadieron el cuarto:

- ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Lila! ¡Apártate de ahí! ¡No quiero esta vida para ti! ¡¿Acaso estás loca madre?! ¡¿Eres consciente de que si ella recupera la memoria se habrá completado la transformación?! ¡Ella no merece vivir así!

- ¡No sabemos qué tipo de hechicería tendrá! ¡Quizás no deba vivir comiendo bosques para la eternidad! ¡Quizás solo bastará que respire el aire de los humanos! - gritó la abuela en un intento de alejar a Ramona de Lila.

-Hija, Lila, escúchame, apártate; esto no es para ti. He vivido dos siglos con tu abuela, vivo comiendo bosques, absorbo la energía de las plantas porque si no, no podría seguir viva. No quiero que vivas una eterna miseria en la que debas estar permanentemente robando energía de lo que te toque como fuente de poder.

Lila no volteó para verla ni por el rabillo del ojo, pues la luz del espejo la llamaba. Y los gritos de su abuela y de su madre no eran más que un fondo borroso que Lila iba distorsionando, en cuanto más dejaba pasar a la voz de una melodía que le cantaba que lo hiciera.

- ¡Lila! - fue lo último que escuchó la pequeña para adentrarse en el espejo y así completar la transformación de su nueva vida. De su nueva vida como una hechicera...




BIOGRAFÍA:


Isabel es una joven peruana de 18 años que cursa el segundo ciclo de la carrera de ciencias de la comunicación en la Universidad Nacional de Trujillo.

Su inspiración para comenzar a escribir fue la escritora chilena, Isabel Allende, así como sus hermanos. Empezó a escribir desde que tenía cinco años de edad en diarios pequeños sobre los viajes que realizaba con su familia. Para luego, años más tarde, comenzar a escribir en una plataforma virtual denominada “Wattpad”. Actualmente, publicó algún poemario con un contenido de 5 poemas en una revista virtual que se titula: POLÍMATAS.

En el futuro, pretende ser una gran escritora, y como no, una buena periodista.


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