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domingo, 27 de diciembre de 2020



1.

Pocas veces veo a toda la familia reunida, desde la bisabuela Santos hasta el sobrino Ernestito, se escucha golpes en la puerta. Salí a abrir y vi a un señor canoso, de buen porte, y ojos verdes. Era mi tío Guillermo, junto a Él estaba una chica muy hermosa, casi de mi edad, nunca la había visto. Salude a mi tío con un abrazo y a la chica misteriosa, de la mano. Mi tío fingió no darse cuenta que le pedía excusas por ella.

Mi tío Guillermo estaba en la sala, dejo a la chica en la puerta, esperando.

-Y Guille que era eso tan urgente que tenías que decirnos- exclamo el tío Braulio

-Bueno familia, esto se tenía que saber tarde o temprano, les pido perdón a cada uno de ustedes por haber ocultado por tanto tiempo esto, pero ha llegado el momento de decirles- dijo mi tío Guillermo-con el rostro cabizbajo; tal cual condenado a muerte cuando va dirigido al cuartel de fusilamiento- Tengo otra hija se llama Felicia.

Toda la familia se quedó alelada por la noticia que había recibido tan abruptamente, obviamente la más afectada fue la tía Lucía, la esposa de mi tío Guillermo, que comenzó a llorar desconsoladamente.

Particularmente, yo estaba calmado, mi tío Guillermo tan correcto, tan decente, revelarnos un secreto que tenía guardado hace mucho tiempo- una noticia de esa magnitud-no creo que haya manchado el concepto que teníamos de Él, más bien lo enaltecía. ¡Pasa Felicia! - dijo mi tío Guillermo. Y ahí estaba parada frente a toda la familia, Felicia.

La observe: alta, delgada, cabello castaño, ojos negros profundos, unas mejillas sonrojadas, tez clara; hermosa en efecto, por donde se la mire. Toda la familia tenía los ojos puestos en Felicia, mi “nueva” prima, la tía Lucia comenzó a llorar con más fuerza. Me acerqué a Felicia y le dije: No tengas miedo, tranquila, bienvenida a la familia. Felicia me dio una sonrisa de agradecimiento.

La familia no salía de su asombro y comencé a dar un discurso de esos que se dice en momentos bochornos sobre que los hijos no tienen la culpa de nada- lo cual hizo entrever mi falta de preparación para hablar en público.

Durante toda la cena, atiborraron con preguntas a Felicia, desde su nombre; que no sé porque se les había olvidado, su edad, procedencia, que hacía por la vida, hasta sobre su madre. Lo cual Felicia respondía ecuánimemente con una parsimonia que me dejo sorprendido.

Al final de la cena cuando ya casi se había ido toda la familia, me quede junto a mi primo Samuel; como en todas las reuniones familiares.

Salimos a dar la vuelta, no queríamos tocar el tema de la hermana que se le había adjudicado tan abruptamente a Samuel, pero salió.

- ¿Cómo crees que me siento? - pregunto Samuel y yo tratando de bromear le dije: Feliz, tienes una hermana. ¿No?

- ¡Que imbécil eres! No viste a mi mamá, yo sospechaba que algo así ocurría, incluso pensé que mi papá tenía una amante de muchos años, nunca pensé que tenía una hija. Y seguí con la broma: Pero piénsalo bien, ya no eres hijo único, eso es bueno, ya tienes alguien con quien ver películas, a tus veinte años algo así creo que no te debe afectar tanto.

Samuel me lanzo una mirada furiosa y se fue.

2

Samuel, Ricardo y yo salimos como siempre en busca de aventuras nocturnas, por esas calles, conocidas y recorridas por nosotros; más que primos éramos mejores amigos. Tan distintos, que nos complementábamos, éramos como una sola persona. Llegamos a la recta de centros nocturnos; vimos una discoteca recién inaugurada, pero hubo algo en ella que nos llamó la atención, así que decidimos entrar.

Pedimos un whisky con hielo, el ambiente estaba bueno, la música igual, pero nos faltaba algo.

-         Ricky, mejor vamos a otro sitio, como que se pone aburrido aquí-dijo Samuel

-         Me gusta este sitio, además mira a tu izquierda.

-         ¡Oh! Diablos que hará ella aquí

-         Vamos y de paso le decimos que nos presente a sus amigas- dijo Ricardo

Llevamos el wihsky y ahí estaba, la prima Felicia, guapa como desde el primer día que la vi. Sé percato de nuestra presencia y nos llamó. De repente estábamos rodeados de hermosas chicas, las mejores de la discoteca.

Eran cerca de las 3 a.m. las chicas ya bailaban con desenfreno, fui al baño y cuando regresé, mi “buen” Samuel, ya estaba besando a una chica. Provecho Samuel- le dije

Me sentía bien en ese grupo, pero se sentía un ambiente lúgubre desde el bochornoso momento del beso, todos se miraban con recelo, miraba a la prima Felicia con una cara desencajada, aunque trataba de ostentar una sonrisa, se le notaba fastidiada.

Me fui con Ernesto y Samuel, con su hermana

 

3.

Samuel había prometido a Felicia llevarla a su casa; en el taxi, no se dirigieron la palabra. Llegaron al edificio donde vivía Felicia.

 -Samuel: ¿Deseas pasar?

Muchas cosas pasaron por la mente de Samuel, talvez odiaba a Felicia talvez no, pero mientras analizaba la pregunta de Felicia, por primera vez vio a Felicia como mujer.

Llegaron al último piso donde radicaba Felicia, vivía sola. Samuel oteo sigilosamente el departamento, pintada íntegramente de verde, amueblada con una decoración finísima, ordenada y limpia.

Ella nunca espero que su hermano respondiera afirmativamente lo que le había planteado en el taxi. Pero allí estaban: Los hermanos

Samuel se acercó mucho a Felicia. Se vieron a los ojos, ambos irradiaban deseos reprimidos. Comenzaron a besarse frenéticamente, con desesperación, como si nunca hubieran besado a alguien, eran expertos, pero en ese beso parecían bisoños.

Sabían que lo que estaban haciendo estaba mal, pero no podían detenerse, no se habían enamorado, pero tenían algo tan adictivo el uno en el otro que no podían desprenderse.

Solo se satisficieron cuando los dos terminaron exhaustos, se miraron y se amaron por el resto de la noche; no podían creer lo que habían hecho, parecía un sueño, pero era real, tangible.

Salieron de la casa y cada uno tomo rumbos distintos, sabiendo que, desde ese día, desde ese momento, ya nada volvería a ser como antes.

4.

El incesto entre los hermanos se prolongó por muchas semanas, algunos meses quizás.

A Felicia se le veía con mucho asiduo en todas las reuniones de su nueva familia, siempre tratando de encajar, en ese cumulo de personas que ni siquiera sabía porque le trataban con cariño.

A pesar de que Felicia ya tenía tiempo en la Familia siempre era la más acechada en las conversaciones, donde se comenzaba a revelar que trabajaba en una revista de modas de la cual era imagen, con la cual, en sus cándidos 19 años, ya tenía un hermoso departamento y estaba ahorrando para la compra de un auto.

Aquellos “nuevos” hermanos tan distantes, pero a la vez tan cómplices, ni se miraban en las reuniones

 

 

domingo, 20 de diciembre de 2020


 


Árbol contra el viento

 

Al fin han llegado los años
corriendo prontamente como caballos dorados o sueños
girando por la tarde descienden alegres sobre tu pelo
yo te beso mariposas en la lengua
lagartijas en los ojos
cuando contemplo mi rojo corazón en la membrana de tus espejos.
No quieras mirar atrás.
No corras detrás de la niebla.
No me llames cuando me asiente entre los bosques perdido.
Soy un animal salvaje sediento de tristeza!
Tus manos contienen profundidades marinas
donde monstruos bellos tuvieron el agua al nacer...
Quédate en mi casa, hermana mía,
y tejeré nocturnos para el santo cubil de nuestras  s o l e d
a d e s.



Clara


I

De entre las sombras de los árboles apareces de cuando en cuando, aprovechando la lluvia,
la necesidad de volar
a la cima de las montañas entre halcones y bestias cerca del viejo cielo.
Conocer los secretos de tus ojos
y descubrir el aliento de tu voz
cuando posabas de pie sobre mis manos
es la prolongación de un recuerdo de hielo
estancado entre los valles diminutos del corazón.


II

La noche aquella en que dibujé palomas en tu pecho
y expulsé poemas por los labios,
por los ojos,
por los dedos y los dientes,
escribiendo entre tu vientre,
convertiste las fragancias del adiós en un aroma indescriptible.


III

Ángel de arena,

de sal, de agua y colores diversos;
múltiples mundos descubrimos cada hora, día, semana,
cada tiempo, lugar,
cada año que se va…
cada aurora,
cada noche,
cada sol y un crepúsculo eterno entre estas nuestras tardes otoñales.


IV


Oh señor, ¿Qué será cuando el silencio penetre la cordura y el signo florezca como rosas en primavera?
¿Qué será cuando te busque desesperado por el cielo y por el mar,
debajo de las rocas en Huanchaco,
una a una,
entre caballos de totora,
en medio de una ola,
cuando muera un poco por tu pelo?


V

Oh, mujer diablo.
Tu cabello entre tu blanca espalda contienen los enigmas de mi existencia.

¡Valen las promesas si juntos somos ovejas del mismo rebaño!

 



 El fuego de los astros

 

Con el fuego vespertino de los astros
frente al espejo melancólico de los hombres
mi fe se acrecienta
e intuyo los enigmas de las cosas simples.

¿Qué partitura nos diera el aire si acaso despertara una mano
del hombre junto al corazón del sol?

Atravieso el umbral del mundo
y las vertientes maravillosas de la vida, pisoteando una cáscara de luna, en la semilla de los frutos nuevos.
Por el horizonte, las gaviotas vuelan altas
tras un cielo nublado
como el vidrio húmedo de la piel carnosa.
El aire es la inconsciencia de los muertos:
el viento vierte
el aroma de la Tierra:
un sabor a café, una amarga victoria:
la sal de las gotas hondas
cae silenciosa sobre el mar.

Todas las almas vendrán crucificadas al mar.

Entre tanto que la frente oscurecida se nos aja,
la última noche del mundo fui a dar mi alma donde un bosque frondoso,
con la frescura amable de los pecadores.
¿A merced de quién el canto de las aves
el calor de Mercurio
las hojas de Otoño
bordearán el lago de la eternidad?
Las huellas
del peregrino que nada teme y que nada espera
revelarán el cielo verde para la dicha.

 

 

 

 Horizonte

 

El cielo es el universo, el mar la nada.

¿Quién nos protege del terror y el ensueño- del arte de Dios-;
de las desdichas de los hombres justiciables

que loan los quehaceres de la lid divina?

 

Con la ceniza del cuerpo el tiempo fluye

tras un río coronado de miel...

El peregrino hallará los puertos de la conciencia
alborozado como las fuentes primigenias del viento.

La fascinación gravita en la penumbra
del sueño y la concordia…


Cuando la belleza animal se dore con la arena,

la lluvia, oh reino, será también de arena.


El sol es un punto sin color en la primera mañana del mundo.

 

 

  

Poema

 

Despacio, contraes el espíritu en una partícula de aire
cuando el dorado perfecto del oro derretido
el sol arroja a los ríos de las mañanas.
La Tierra es una naranja pero no dulce.
Las gaviotas y los mares se conjugan en una procesión eterna
cuando sobre la arena desnudas los secretos que ocultas entre las ropas.
¿Por qué de entre tus manos no borbotan los bosquejos del amor
si entre las profundidades de los abismos me encontrarás junto a mis perros
y los posibles horizontes?
La fascinación de tus ojos entre mis ojos no conservan ni ton ni son
de los fantasmas del ayer;
piedra o mandarina quemada.
La gloria de mis desquiciadas manos bordeando tus caderas
es la promesa de un itinerario continuo;
libro y cigarro languideciendo.
Escuchar atento las plegarias del adiós es tal vez
los ahogos de un suspiro;
corazón y flecha colgada.
Amaneceres oscuros construyen las vidas fáciles
mas entre el calor de tus manos
y nuestro mágico delirio somos rosa en el camino,
pelota en la escalera,
locura entre la cordura,
TV prendido y sin antena.
Las llaves del silencio
y la insania del amor
por decir la fuerza y el color
son tus piernas y gemidos
las puertas y latidos
las sonrisas del olvido
juntos enterrados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Howard Varas Arteaga

Abogado y escritor. Ha publicado la novela juvenil “Necesito un abrazo o un balazo” (2009) y el libro de cuentos “La última hora de ejecución” (2017). Obtuvo el segundo premio en la II edición de los juegos flores organizado por la Universidad Privada Antenor Orrego en el género poesía (2013), y el primer puesto en el concurso nacional de cuento “German Patrón Candela” (2014). Es autor del ensayo jurídico titulado “Responsabilidad civil por hechos de tránsito: el SOAT como contrato comercial y socialmente solidario” (2017).

Especialista en temas de Derechos Fundamentales y experto en temas de Seguros y Accidentes de Tránsito. Ex abogado de la Procuraduría Pública del Poder Judicial –Área Constitucional, con Sede en Lima.  Actualmente es asesor externo de Rímac Seguros y socio fundador del estudio jurídico Varas Abogados, con Sede en Trujillo, y socio fundador del Centro de Estudios Multidisciplinarios Adviser Perú. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


miércoles, 16 de diciembre de 2020

Isabel Rodríguez Chávez - Cortina Roja (Serie: Cuento)


 


En algún lugar recóndito de la tierra, existía una niña callada de diez años que fue concebida con el nombre de Luna Lila. La pequeña vivía en una cabaña y su abuela era quien le brindaba la educación. En ese entonces Luna o como más le gustaba que la llamasen, Lila, no había conocido a su padre. Algo triste para alguien de su edad, pero el haber encontrado una rana de color azul, hizo que ella olvidara aquel vacío y que dejara de preguntarse sobre dónde estaba su querido papá.

Ella se parecía mucho a su madre, la cual se llamaba Ramona; aparentaba un poco más de treinta, pero su extraña esencia la hacía ver infinita. Y no es que ella fuera alguna especie de mujer vampiro o licántropo, solo que era una hechicera o como ella prefería ser conocida: “la bruja de las ramas”. Dicho nombre se lo ganaba por la forma de su magia; pues para que ella pudiera realizar cualquier encantamiento, sus manos debían volverse unas ramas, dado que de esas mismas salían las órdenes para que las raíces de la tierra escucharan atentamente a sus pedidos.

Sin embargo, su vida, no era tan simple como se podría pensar. Porque, aunque no pareciera, Ramona, no encargaba a Luna con su abuela para evitar cuidarla, sino, que lo hacía por la peculiar forma de vida que llevaba. Ya que, si ella no salía a recolectar “poder”, es decir, energía para su cuerpo que obtenía a través de consumir los árboles y las plantas de ese mismo bosque; su muerte sería repentina y se convertiría en un simple trébol duro insignificante, que permanecería encerrado dentro de un cristal para siempre. Y, nunca más podría volver a optar la condición de una mujer humana otra vez.

Por lo que, esa era la razón por la cual, Luna, era criada por su abuela, y por qué casi no veía a su mamá. Pues, mientras ella aprendía sobre las constelaciones y la historia de los filósofos más ilustres, Ramona se encontraba comiendo el bosque donde vivían para sobrevivir. Además, no hace falta decir que Luna no sabía nada. La pobre pequeña en su vacío, pensaba que la vida tenía colores y que la historia, era como un adolescente prematuro que nunca aprendía de sus errores por los caprichos de su mente.

Sin embargo, había algo en la cabaña, algo que no le ayudaba a seguir creyendo en el sol como lo conocía. Pues, dentro de ella, sentía que detrás de esa cortina roja que se encontraba al fondo de la casa, algo se escondía; algo que ella sentía que la llamaba y la percibía. Lila jamás había querido intentar cruzarla, pues nunca se había preguntado por qué eso estaba ahí; pero ahora la pregunta que ella se hacía, era por qué tenía el sentimiento de al fin querer saber.

Por lo que una noche decidió entrar y dejar atrás cualquier miedo. Ella misma decidió que tenía que levantarse de la cama, y pasar como un fantasma para no ser oída por su abuela. Pero en la oscuridad de la noche, cualquier destello alucinógeno que pueda parecer imaginario, puede engañar a una niña de tan solo diez años:

-Lila, cariño. ¿Qué haces despierta? - preguntó la abuela al mirarla descalza y con unos ojos saltones.

-Abuela, ¿dónde está mamá? -Lila contestó con otra pregunta.

-Me temo que sigue trabajando...

- ¿Trabajando? ¿En qué? -Lila la miró con ojos de duda, pero la abuela mostrándose consternada, calló.

- ¡¿En qué trabaja mamá, abuela?!-Lila gritó al sentir que los sonidos de la naturaleza comenzaban a sonar cada vez más claros en sus oídos.

Luna comenzó a ver borrosa la habitación y fue cuando de sus orejas, la sangre comenzó a caer. La abuela solo se quedó atónita por unos segundos, para luego sostenerla y llevarla a justo donde ella quería estar; hacia atrás de la cortina roja...

-Abuela, ¿qué pasó? - dijo Lila al levantarse como si hubiera tenido una contusión.

-Querida, tuve que drogarte, me hacías preguntas; pero yo sabía que las respuestas a todas ellas no iban a poder ser explicadas por mí, si es que tú no las veías con tus propios ojos.

- ¿De qué estás hablando? -Lila se sobó los ojos para poder mirar más claro.

-Haz cumplido 10 años como hace dos meses; la naturaleza es sabia, y recientemente ella intenta hablarte. Quizás, fue la droga la que hizo que te sangraran los oídos, pero la verdad es, que eso nos pasa a todos cuando al fin escuchamos el llamado.

- ¿Llamado? ¿Abuela, de qué estás hablando? ¿Y, por qué todo está apagado?

-Es porque sé que al fin quieres entender cómo te sentías. Estás tras la cortina, y es momento de enseñarte la historia de la familia y el legado que te corresponde. Aquí se guardan las memorias, aquí se guardan los recuerdos y los pecados de todos nosotros. Somos hechiceros, Lila; y cada uno vive ciego hasta cumplir los diez años; pues es cuando al fin, según las reglas, se le puede otorgar la consciencia al hechicero de conocer su pasado. Por eso es que no puedes recordar nada; por eso es que sientes un vacío, pero es también por eso, que puedes sentir la inocencia de todo.

- ¿Hechiceros? Abuela, pero yo recuerdo historia, ciencia; las materias que me enseñaste y los juegos con la rana azul... ¿Por qué me dices que no puedo recordar?

-No lo que vives en el presente, Lila; sino lo que viviste desde que llegaste. Lila quedó en silencio, y de las manos de la abuela, nubes púrpuras salieron flotando como si formaran un baile en el espacio:

-Estos son espejos, cada uno tiene un nombre. Ese es el de tu bisabuela, mi madre. Este es el de tu padre; este es el de tu prima Daka; este es de tu madre; este de tu tío Arthur... Y bueno, para no hacer larga la línea. Este es tuyo, querida. Este es tu espejo, debes entrar para ver toda la línea temporal que vives...

- ¿Cómo nacimos hechiceros? - Lila intervino antes de que la abuela pudiera terminar la última palabra, mientras se quedaba asombrada al ver espejos flotantes que parecían portales de colores brillantes.

- O, ¿cómo nos volvemos así? Digo, tú me has estado enseñado de arte, historia, ciencia... Y estas cosas no eran más que mitos dentro de los libros.

- Lila, hay leyendas que creemos que son mentiras, pues el hombre siempre intenta inventar algo para explicar lo que no puede. Sin embargo, nosotros no fuimos creados por nadie, ni tampoco nacimos siendo lo que somos; solo fuimos una deformación de la naturaleza que se cometió por error, o si quieres llamarle destino, no soy quién para retenerte. Hay cosas dentro de este mundo, que nunca terminaremos de entender; pero solo habrá algunos que sí lograrán hallar ciertos misterios. Y esa fue tu tátara-abuela, la madre de mi madre. Era 1550, cuando ella decidió salir a caminar por este mismo bosque. Le gustaba recolectar flores, alimentar a los venados o a las ardillas que encontrara. Pero, nunca imaginó que el beber de una laguna la haría cambiar para siempre.

-Me estás diciendo, ¿que ella bebió de una laguna para volverse hechicera?

 -Te estoy diciendo, que tu tátara-abuela, a tu misma edad, bebió de un agua que no debió tomar.

- Pero, ¿qué le pasó? - ¿Por qué no entras a su espejo, y lo averiguas? - le incentivó su abuela.

-No.…, creo que entiendo. Ella bebió, pero después cayó perdiendo el conocimiento.

-Buena deducción, pero ahora te diré lo demás; ya que sé que no podrías acertarlo. Pues, luego de que tu abuela se desmayara, permaneció inconsciente durante unas tres semanas, casi un mes; escuchando voces en su sonámbulo estado, en las cuáles, reglas específicas se le daban; para que cuando al fin despertase, viera unos pergaminos sueltos bajo una roca en los que comenzaría a escribir la historia, los hechizos, cómo crear estos espejos, cuándo brindarle los recuerdos a los siguientes que vendrían, y todo lo demás que ya irás conociendo.

-Entonces, mamá es una bruja, y tú también... Pero, ¿por qué te ves mucho más adulta que mi mamá, abuela?

-Porque tu bisabuela, no quiso que bebiera del agua. No fue hasta cuando murió, cuando al fin pude hacerlo. Y supe desde ese momento, que no le podría negar eso a mi hija; y por eso que tu madre no aparenta sus años.

-Pero hay algo que aun no entiendo, ¿y papá? Si somos eternos, ¿dónde está papá?

-Lila, en los libros de historia y de poesía; tú entendiste que existe el bien y el mal. Para los hechiceros, esa naturaleza también aplica. El bien es para pocos, y el mal es como una ramera que engatusa al más débil. Y tu padre, lo fue.

-No comprendo abuela. - pronunció Lila con una voz que parecía estar predispuesta a llorar.

-Lila, es momento de que entres a tu espejo y vuelvas a hacer tuyos todos tus recuerdos.

- ¿Pero, no sería mejor si hiciera eso después de beber de la laguna?

-Ay niña, acaso, ¿no me entendiste? Tú ya estuviste ciega, tú bebiste de la laguna cuando apenas eras una bebé; queríamos asegurarnos, porque nuestra forma de vida es subsistir, ya lo entenderás...

Lila bajó la cabeza, y siguió mirando el espacio de unos espejos flotantes que nunca pensó que en algún momento de su vida miraría. Tomó aire, pero antes de siquiera cruzar la aleatoria paleta de colores de aquel vidrio, los gritos de una Ramona exaltada invadieron el cuarto:

- ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Lila! ¡Apártate de ahí! ¡No quiero esta vida para ti! ¡¿Acaso estás loca madre?! ¡¿Eres consciente de que si ella recupera la memoria se habrá completado la transformación?! ¡Ella no merece vivir así!

- ¡No sabemos qué tipo de hechicería tendrá! ¡Quizás no deba vivir comiendo bosques para la eternidad! ¡Quizás solo bastará que respire el aire de los humanos! - gritó la abuela en un intento de alejar a Ramona de Lila.

-Hija, Lila, escúchame, apártate; esto no es para ti. He vivido dos siglos con tu abuela, vivo comiendo bosques, absorbo la energía de las plantas porque si no, no podría seguir viva. No quiero que vivas una eterna miseria en la que debas estar permanentemente robando energía de lo que te toque como fuente de poder.

Lila no volteó para verla ni por el rabillo del ojo, pues la luz del espejo la llamaba. Y los gritos de su abuela y de su madre no eran más que un fondo borroso que Lila iba distorsionando, en cuanto más dejaba pasar a la voz de una melodía que le cantaba que lo hiciera.

- ¡Lila! - fue lo último que escuchó la pequeña para adentrarse en el espejo y así completar la transformación de su nueva vida. De su nueva vida como una hechicera...




BIOGRAFÍA:


Isabel es una joven peruana de 18 años que cursa el segundo ciclo de la carrera de ciencias de la comunicación en la Universidad Nacional de Trujillo.

Su inspiración para comenzar a escribir fue la escritora chilena, Isabel Allende, así como sus hermanos. Empezó a escribir desde que tenía cinco años de edad en diarios pequeños sobre los viajes que realizaba con su familia. Para luego, años más tarde, comenzar a escribir en una plataforma virtual denominada “Wattpad”. Actualmente, publicó algún poemario con un contenido de 5 poemas en una revista virtual que se titula: POLÍMATAS.

En el futuro, pretende ser una gran escritora, y como no, una buena periodista.


viernes, 11 de diciembre de 2020

Luis Guissepe - 3 Poemas (Serie: Poesía)

 




De mí para en ti

“Es lo mismo inteligir y ser”

Parménides

De mí para en ti

son mis plegarias

una canción codificada

en el muslo de una tromba

y la flor en constante reposo

 

Carcasa

límite del augurio

vaso cesante

¡aquí mi corazón!

 

Signos incorporados

violentos testarudos

placer agonizante

¡aquí mi corazón!

 

De mí para en ti

como una vena desprendida

de lo más profundo del nudo

que me ata para no tocarte

tristemente

acude a ti para buscarse…

                 y no se busca…

 

Entis

Plenitud a montón te ha llamado

con todos los nombres imaginables

porque me has soñado

      y con el sueño

   me he arrimado a tu costado

 

“No hay que pensar dos veces y ser feliz

para tumbarnos en la sal de la tierra

a palpar lo que poco extrañaremos

(…) si lo otro subsiste a nosotros”

              sentenciaste fielmente

sin modificar la precariedad de las cosas

                                       ni el deseo aun

por eso te creí…

 

 

 

Te miro

“El camino hacia arriba

y el camino hacia abajo

es uno y el mismo”

Heráclito

Te miro

y erosionas

junto a la vejez

de las piedrecitas

mojadas de mi pecho

 

Me miras

pero ya has pasado

 

Pasto rocío

Piel en fragor

cae ahora mientras puedas

sobre mi espalda empedrada

y trazada como viruta

ahora que no importa nada

ahora que ya nadie habla

más que el camino

    solo tú

 

Me gusta ser árbol

para perder tu manzana

en invierno después de otoño

y sembrar el soplo de los pájaros

que vuelan hacia el horizonte

   donde amanece

 

Cielo

turbio redondo y húmedo

¿Cuándo fue que dejamos de ser jardín?

 

 

 

 

La esfinge

 

Si el poema es

¿el poeta dónde está?

 

Se ha descarrilado y caído

al hoyo que atraviesa su boca

en las entrañas del vacío

de la superficie esferoidal

O las esfinges supremas

que dormitaron sus palabras

se rehusaron a ser metáforas

de algún sueño posible

     pero intransitable

y lo han despellejado

para observar lo que es

al interior de la pared

    dura como el marfil

Al acercarse a la verdad

quedaron aniquiladas

por el suspiro torrencial

que esbozó de su alma

incontemplada / impiadosa

de tantos años callar

 

  Vientos fluviales

que trazan la noche

en fría cosmogonía

olvidándose astros a su distancia

irrumpen el silencio

     con una voz lenguaraz

que pronuncia

      y pronuncia…

 

El poeta también es

            pero no está

Quién el culpable

si no la esfinge de su palabra

que lo convirtió en signo

o síntoma de penumbras

                       y miserias

de ganas de vivir jamás

 

Desde luego que es

porque ha cruzado el río

sobre piedras caminando

             en el sueño

Miró la naturaleza

de cerca siempre completa

y se echó a andar

 

Mas nadie continuó

 

El poema

como su voz o aliento

ahora es el lenguaje del pueblo

lenguaje que goza de una poesía

a la espera por participar

en las contadas fantasías

         de un cielorraso

que a solas vemos

con los ojos cerrados

 


martes, 8 de diciembre de 2020

Guillermo Salvador Saldarriaga - Ascuas (Serie: Cuento)





 

Ningún testigo divisó ese momento o tal vez sí, pero nunca me dijeron y si lo hicieron no recuerdo porque a veces se me olvidan las cosas; sin embargo, esos días siguen presentes en mí como las cosas de hoy y también seguro las de mañana. Había entrado con rapidez el sol por una de las rendijas de mi casa hasta chocar con las paredes de la cocina cuando sentí quemante el cuerpo y lleno de aguijones la cabeza. En eso escuché pasos y una voz ronca que me decía: ya venimos, no faltes; y la puerta retumbó. Me recosté de nuevo en el lecho que esta vez parecía estar frío y lleno de aguaceros, cuando antes del ocaso ya estaba frente a mi cama con el torso desnudo, justo en ese instante Coqueta arremetió contra las paredes y las ventanas mal iluminadas próximas a mi habitación. Nunca había comprendido por qué Mariana había traído al animal. A mi padre no le gustaba, a ella creo que muy poco. 

 

No voy a negar que transcurrió media hora por lo menos hasta que la perra se calmara. Coqueta tenía dos años con nosotros. Era un conjunto de pelos castaños, lomo abultado, ojos muy vivos, orejas caídas y cola muy pequeña. Recuerdo que me quedó mirando. Luego se fue a su rincón y se puso a masticar algo duro, al menos eso creí.

 

Salí de casa. Cerré la puerta. Guardé las llaves. Y asalté las calles cubiertas por faros de neón que parecían puntos de fuegos y el cielo azulado. No es necesario repetir las cosas que sucedieron luego: rostros fríos y desconocidos, avenidas con nombres de sacerdotes y beatos, autos que surgían y pronto desaparecían, hasta que finalmente me perdí en una calle de muros verdes, parques, panaderías y uno que otro colegio, aunque un colegio por esos lugares me pareció insolente, diríamos que estrambótico. 

 

En adelante no sentí la piel quemante ni los aguijones en la cabeza, si un frío cabal que me cubrió de pies a cabeza; sin embargo, aquello no se dejó atenuar cuando tras cláxones y el tumulto de mierda que debía sortear, una silueta se me plantó o mejor dicho yo me acerqué a esa figura, la cual nunca supe su nombre, o si lo supe no era su verdadero nombre. La abordé. No me miró de arriba abajo como lo hacían las mujeres en esos momentos, mostró los dientes perfectos y a escasos minutos ya estábamos sentados en un tico cuyo mando lo tenía un hombre canoso y bigotón quien nos miraba a intervalos a través del retrovisor.

Pronto nos hallamos en un edificio de cuatro o cinco pisos cuyos muros melón y la luz sombría de los pasadizos y la recepción me dejaron casi perplejo. Por un momento pensé que un sujeto se plantaría ante mí y me hundiría una navaja o cuchillo en el cuello mientras Mayra, así se llamaba ella, con sus labios rojizos, más rojizos como los tenía en ese rato, soltaba una risotada o lanzaba alguna lisura en mi contra sosteniendo otra navaja o quizá una daga.

Pero no hubo navaja, ni cuchillo ni menos daga en los senderos rodeados por muros melón y luz tenue. Lo que pasó luego no sé si merece recordarlo: tumbados sobre el lecho exploré su mapamundi inmortal, me hundí en su vientre quemante y logré que los estertores surgidos de sus labios se dilataran por los pasadizos del edificio hasta morir en las calles de la Madre Patria y Antonio Velasco.

 

El segundo encuentro la esperé en el tercer piso de los corredores sombríos. Durante casi media hora, tal vez fue más, quedé estupefacto porque un gordo de camiseta roja y cabello desordenado espiaba por una de las ventanas mientras una heladez de menta se deslizaba por mi garganta.

-         ¿Quién mierda eres? – le iba a decir cuando en eso Mayra llegó.

Lucía un chaleco negro y al interior una blusa turquesa ajustadísima. Me dio un beso de fuego y otra vez entré en su espalda clara y sus colinas tersas y duras. Esa misma noche bebiendo un té caliente confesó que no tenía hijos ni novio, sino que ahorraba para cancelar los estudios de su hermano menor y para algún día viajar al extranjero. La quedé mirando.  Después agarró un station wagon y se perdió hasta no sé dónde.

Luego de año nuevo quedamos para vernos; sin embargo su voz, ni sus labios rojizos, ni menos sus ojos de gata y su piel, sin ninguna mácula, rozaron mi cuerpo durante esos días. Quedé hecho ridículo cuando una noche una mujer ventruda, de buenos pechos, por cierto, hizo que mi tiburón desesperado enflaqueciera cuando no llevábamos ni quince minutos frente a la luz tenue y muros melón.

 

Debí esperar un poco más, acaso tres o cuatro meses, cuando Mayra se plantó de nuevo frente a mí. Tenía la piel bronceada, el cabello largo, blusa blanca y el pantalón oscuro que reemplazaba al ajustadísimo jean que siempre portaba.

-         ¿Te estuve llamando?

-         No pude.

-         ¿Por qué?

-         No pude, simplemente.

-         Te llamaron otros, seguro. Eso es…

-         No, para nada.

-         Entonces…

-         Ya es mi año sabático. ¿No lo sabías?

-         Mentira.

-         Es en serio.

-         No te creo – le dije.

-         En verdad – respondió alzando las cejas.

-         Entonces, ¿Por qué sigues en esto?

-         Para ganar algo extra – dijo, y se rio.

 

Creo que también me reí, sin embargo, en esos tiempos en mi vida, o mejor dicho en mi familia, la dicha no era algo tan habitual en nosotros, y eso se comprobó claramente cuando una noche, en medio del tráfico, la voz de Mayra se apagó o quizá no fue su voz, sino que colgó el celular rápidamente; por esos días adyacente a nosotros vivía, acaso mi mejor amigo, Julio, quien luego de un reproche fuerte con su madre o algo por el estilo cayó al piso. Recuerdo que, en el hospital, a las dos o tres horas, abrió los ojos. Es problema del corazón – dijo luego su madre empapada en un aguacero interminable – pobre mi hijito. Así lo creí yo. Sin embargo, como mi amigo era joven, se recuperó en menos de una semana.

 

Con el amigo restablecido, y vuelta a la realidad, llamé a Mayra. Al principio parecía que un conjunto de voces se confundía con la suya. La segunda vez que marqué, ella contestó ya sin ninguna dificultad; sin embargo, a medida que los segundos avanzaban su acento se volvió insolente, hiriente. La tercera vez me habló con más dureza.

-         Estoy ocupada.

-         Te puedo llamar más tarde.

-         Ok. Y cortó.

A la medianoche agarré el celular. Tenía 3 tazas de café sobre el escritorio. Marqué. Era Mayra.

-         ¿Quién es? -dijo.

-         Soy yo.

-         ¿Quién yo?

-         Yo, te llamé hace rato.

Se hizo un silencio.

-         Soy yo. Acaso no me recuerdas.

-         No tengo tiempo para nadie, ahora, ok.

Se hizo otro silencio.

-         Disculpa, no lo sabía – fue lo último que le dije antes que ella colgara el celular.

 

Al día siguiente insistí, pero en el acto ella cortó el celular sin antes lanzar una lisura.

Entre sábanas y frazadas quedé hecho una ruina, incluso lloré y creo que lloré más o fue un gemido prolongado cuando un día tras los árboles la vi caminar junto a un gordo de polo rojo en el edificio melón y de luz intermitente.

Esperé dos horas entre sombras con el cuerpo frígido y el cerebro hecho un hervidero. En la quinta o sexta calle de los Santos la alcancé.  Tenía la mirada altiva, insolente.

-         Ya te he dicho que…

-         Sí lo sé – la interrumpí – pero no puedo evitarlo.

Pronto se enfiló hacia Portal Sur o quizá fue Vásquez Duarte.

-         Tú de nuevo – dijo pegándose a un muro gris.

 

Había sólo un hombre en el paradero. Es que vas a seguir así… Pero no pudo continuar. Lleno de odio la tumbé contra el piso. Ahí forcejeamos hasta que de repente una sombra o un conjunto de sombras y unas manos me sacaron de ahí. La hallé otra vez, pero luego de varios meses: había salido de la universidad cuando ante los faros de neón, el cielo azulado y un tráfico que más parecía un embrollo la vi entrar a un tico junto a un hombre barbón, narizón, de anteojos y camisa a rayas. La esperé a media cuadra de una casa gris de dos pisos. Pronto una voz, tal vez de niña o de niño, confesó lo que a lo mejor un montón de hombres hubieran querido saber: su nombre verdadero. Pero eso no importa ahora, la cuestión es que uno de los recodos de los Santos su voz se desbocó. ¡Tú…! ¡Sí, yo! Y el piso se estremeció. Y los tréboles y álamos se movieron increíblemente. ¡No…! ¡Sí!; y su voz o acaso una mezcla de estruendos o latigazos se estrellaron en el vacío más completo.

 

 

Reseña Biográfica


Poeta, cuentista y periodista trujillano. Nací el 20 de abril de 1986 en la ciudad de Trujillo, Perú. Licenciado en Ciencias de la Comunicación – Universidad César Vallejo de Trujillo, asimismo he estudiado en la Alianza Francesa -Trujillo. Mis textos enfocados en poesía romántica y relatos amorosos, sensuales y policiales se han publicado en el suplemento dominical del diario La Industria - Trujillo, Revista Cultural Amarte – Trujillo, la revista digital Taquicardia y en la revista Eiruku.

Asimismo, he laborado en diario Correo de Trujillo y Tumbes y en la revista digital www.sientetrujillo.com

He realizado la cobertura de la Feria Internacional de Libro de Trujillo correspondiente a los años 2017 y 2018.

Mi poema Underground fue publicado en la Revista Literaria Libre e Independiente (Lima)