1.
Pocas
veces veo a toda la familia reunida, desde la bisabuela Santos hasta el sobrino
Ernestito, se escucha golpes en la puerta. Salí a abrir y vi a un señor canoso,
de buen porte, y ojos verdes. Era mi tío Guillermo, junto a Él estaba una chica
muy hermosa, casi de mi edad, nunca la había visto. Salude a mi tío con un
abrazo y a la chica misteriosa, de la mano. Mi tío fingió no darse cuenta que
le pedía excusas por ella.
Mi
tío Guillermo estaba en la sala, dejo a la chica en la puerta, esperando.
-Y Guille que era eso tan urgente que tenías que decirnos- exclamo el
tío Braulio
-Bueno familia, esto se tenía que saber
tarde o temprano, les pido perdón a cada uno de ustedes por haber ocultado por
tanto tiempo esto, pero ha llegado el momento de decirles- dijo mi tío
Guillermo-con el rostro cabizbajo; tal cual condenado a muerte cuando va
dirigido al cuartel de fusilamiento- Tengo otra hija se llama Felicia.
Toda
la familia se quedó alelada por la noticia que había recibido tan abruptamente,
obviamente la más afectada fue la tía Lucía, la esposa de mi tío Guillermo, que
comenzó a llorar desconsoladamente.
Particularmente,
yo estaba calmado, mi tío Guillermo tan correcto, tan decente, revelarnos un
secreto que tenía guardado hace mucho tiempo- una noticia de esa magnitud-no
creo que haya manchado el concepto que teníamos de Él, más bien lo enaltecía.
¡Pasa Felicia! - dijo mi tío Guillermo. Y ahí estaba parada frente a toda la
familia, Felicia.
La
observe: alta, delgada, cabello castaño, ojos negros profundos, unas mejillas
sonrojadas, tez clara; hermosa en efecto, por donde se la mire. Toda la familia
tenía los ojos puestos en Felicia, mi “nueva” prima, la tía Lucia comenzó a
llorar con más fuerza. Me acerqué a Felicia y le dije: No tengas miedo,
tranquila, bienvenida a la familia. Felicia me dio una sonrisa de
agradecimiento.
La
familia no salía de su asombro y comencé a dar un discurso de esos que se dice
en momentos bochornos sobre que los hijos no tienen la culpa de nada- lo cual
hizo entrever mi falta de preparación para hablar en público.
Durante
toda la cena, atiborraron con preguntas a Felicia, desde su nombre; que no sé
porque se les había olvidado, su edad, procedencia, que hacía por la vida,
hasta sobre su madre. Lo cual Felicia respondía ecuánimemente con una
parsimonia que me dejo sorprendido.
Al
final de la cena cuando ya casi se había ido toda la familia, me quede junto a
mi primo Samuel; como en todas las reuniones familiares.
Salimos
a dar la vuelta, no queríamos tocar el tema de la hermana que se le había
adjudicado tan abruptamente a Samuel, pero salió.
-
¿Cómo crees que me siento? - pregunto Samuel y yo tratando de bromear le dije:
Feliz, tienes una hermana. ¿No?
-
¡Que imbécil eres! No viste a mi mamá, yo sospechaba que algo así ocurría,
incluso pensé que mi papá tenía una amante de muchos años, nunca pensé que
tenía una hija. Y seguí con la broma: Pero piénsalo bien, ya no eres hijo
único, eso es bueno, ya tienes alguien con quien ver películas, a tus veinte
años algo así creo que no te debe afectar tanto.
Samuel
me lanzo una mirada furiosa y se fue.
2
Samuel,
Ricardo y yo salimos como siempre en busca de aventuras nocturnas, por esas
calles, conocidas y recorridas por nosotros; más que primos éramos mejores
amigos. Tan distintos, que nos complementábamos, éramos como una sola persona.
Llegamos a la recta de centros nocturnos; vimos una discoteca recién inaugurada,
pero hubo algo en ella que nos llamó la atención, así que decidimos entrar.
Pedimos
un whisky con hielo, el ambiente
estaba bueno, la música igual, pero nos faltaba algo.
-
Ricky,
mejor vamos a otro sitio, como que se pone aburrido aquí-dijo Samuel
-
Me gusta este sitio,
además mira a tu izquierda.
-
¡Oh! Diablos que hará
ella aquí
-
Vamos y de paso le
decimos que nos presente a sus amigas- dijo Ricardo
Llevamos
el wihsky y ahí estaba, la prima
Felicia, guapa como desde el primer día que la vi. Sé percato de nuestra
presencia y nos llamó. De repente estábamos rodeados de hermosas chicas, las
mejores de la discoteca.
Eran
cerca de las 3 a.m. las chicas ya bailaban con desenfreno, fui al baño y cuando
regresé, mi “buen” Samuel, ya estaba besando a una chica. Provecho Samuel- le
dije
Me
sentía bien en ese grupo, pero se sentía un ambiente lúgubre desde el
bochornoso momento del beso, todos se miraban con recelo, miraba a la prima
Felicia con una cara desencajada, aunque trataba de ostentar una sonrisa, se le
notaba fastidiada.
Me
fui con Ernesto y Samuel, con su hermana
3.
Samuel
había prometido a Felicia llevarla a su casa; en el taxi, no se dirigieron la
palabra. Llegaron al edificio donde vivía Felicia.
-Samuel: ¿Deseas pasar?
Muchas
cosas pasaron por la mente de Samuel, talvez odiaba a Felicia talvez no, pero
mientras analizaba la pregunta de Felicia, por primera vez vio a Felicia como
mujer.
Llegaron
al último piso donde radicaba Felicia, vivía sola. Samuel oteo sigilosamente el
departamento, pintada íntegramente de verde, amueblada con una decoración
finísima, ordenada y limpia.
Ella
nunca espero que su hermano respondiera afirmativamente lo que le había planteado
en el taxi. Pero allí estaban: Los hermanos
Samuel
se acercó mucho a Felicia. Se vieron a los ojos, ambos irradiaban deseos
reprimidos. Comenzaron a besarse frenéticamente, con desesperación, como si
nunca hubieran besado a alguien, eran expertos, pero en ese beso parecían
bisoños.
Sabían
que lo que estaban haciendo estaba mal, pero no podían detenerse, no se habían
enamorado, pero tenían algo tan adictivo el uno en el otro que no podían desprenderse.
Solo
se satisficieron cuando los dos terminaron exhaustos, se miraron y se amaron
por el resto de la noche; no podían creer lo que habían hecho, parecía un
sueño, pero era real, tangible.
Salieron
de la casa y cada uno tomo rumbos distintos, sabiendo que, desde ese día, desde
ese momento, ya nada volvería a ser como antes.
4.
El
incesto entre los hermanos se prolongó por muchas semanas, algunos meses quizás.
A
Felicia se le veía con mucho asiduo en todas las reuniones de su nueva familia,
siempre tratando de encajar, en ese cumulo de personas que ni siquiera sabía
porque le trataban con cariño.
A
pesar de que Felicia ya tenía tiempo en la Familia siempre era la más acechada
en las conversaciones, donde se comenzaba a revelar que trabajaba en una
revista de modas de la cual era imagen, con la cual, en sus cándidos 19 años,
ya tenía un hermoso departamento y estaba ahorrando para la compra de un auto.
Aquellos
“nuevos” hermanos tan distantes, pero a la vez tan cómplices, ni se miraban en
las reuniones