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jueves, 1 de diciembre de 2022

REPORTE NECROLÓGICO / JORGE MÉNDEZ CRUZ

 



El cuerpo que yace sobre la mesa de autopsia es el de un hombre, de unos sesenta años aproximadamente. Presenta heridas múltiples de arma punzocortante. Una de ellas sobre la clavícula izquierda y que compromete la arteria carótida ha sido de necesidad mortal.

No me compete a mí, un oscuro funcionario de rango inferior, detallar en este informe los pormenores del crimen, o efectuar un juicio de valor acerca de las motivaciones que llevaron a sus autores a ejecutarlo. Ni siquiera cabría (como se acostumbra en estos casos) convocar a un familiar o amigo cercano para realizar la identificación del occiso: el perfil aguileño, la calvicie incipiente y las facciones de su rostro, aún contraídas por el rictus de la muerte, me resultan absolutamente familiares, como a cualquier otro ciudadano de esta república, como a cualquiera que haya utilizado una moneda de bronce.

Mi tarea -mi execrable tarea- consiste en hurgar en los despojos e indagar la causa de la muerte del individuo que continúa tendido sobre la mesa de ébano en posición casi fetal. El rigor mortis le agrega dificultad a mi labor y ha multiplicado el oprobio de su destino. Visto así: desnudo y con los antebrazos cubriéndole parcialmente el rostro, como tratando de protegerse del vendaval de dagas y puñales que se precipitó sobre él; con el torso tasajeado de profundos cortes y algunas vísceras expuestas, difícilmente podría alguien relacionarlo con el fasto y la alta magistratura que ostentó en vida. Difícilmente podría alguien avizorar, en medio de la sangre seca y la piel desollada por la lluvia de hierro, algún rasgo distintivo de su grandeza y las campañas victoriosas con las que sus legiones inundaron el mundo...

Mientras manipulo el escalpelo, imagino por un momento el blanco edificio, los silentes patricios aguardando su llegada en tensa calma. En el ambiente un aire de impaciencia, un murmullo de presagios aciagos que se acallan de golpe. El dictador perpetuo toma su lugar en la silla dorada y con un gesto de mano da

inicio a la sesión… Pero pronto intuye que no la culminará. De un momento a otro se ha visto rodeado por rostros familiares que ahora le miran con fuego en los ojos. Ha llegado el momento final y recién se ha dado cuenta.

Esquiva un primer ataque que logra rozar su hombro izquierdo. Cubre su rostro con la toga como queriendo protegerse de la tormenta de agravios y de cuchillos que se desata sobre él. Apenas logra articular algún quejido. Tras unos pocos minutos se desploma ante los ojos horrorizados de los pocos testigos que aun quedan en las graderías… Estos pensamientos me asaltan y me distraen, y entonces brota de mis ojos un velo líquido que difumina por un instante la escena.

Sin embargo, mi rigor profesional se impone y anoto en la tablilla los hallazgos de mi examen: un total de veintitrés puñaladas, inferidas en distintas partes del cuerpo, con preeminencia sobre la región torácico abdominal. Cortes superficiales sobre el rostro, el cuello (además de la mencionada herida mortal), un corte importante en la zona abdominal y otro en la región pélvica. Múltiples heridas de arma blanca infligidas post mortem, algunas de ellas inclusive sobre heridas preexistentes… una carnicería brutal.

Concluyo este breve reporte forense con el diagnóstico que adelanté al inicio: Individuo de cincuenta y seis años, apuñalado por numerosos atacantes. La herida mortal probablemente haya sido la segunda puñalada infligida a la altura del cuello. Causa de la muerte: hemorragia masiva y consecuente fallo multiorgánico…

En ese momento un legionario interrumpe mi labor:

- Debe terminar ya: el senador Marco Antonio necesita preparar el cuerpo de Julio César para dirigirse a la plebe romana, indignada por el magnicidio, y que se ha congregado frente al templo de Júpiter…1



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1 A manera de colofón cabe resaltar que, una vez muerto Julio César, se produjo al interior de la República romana un vacío de poder que desembocó en una nueva guerra civil. Muchos de los principales conspiradores resultaron muertos al cabo de los años. Paradojas del Derecho y de la Política: la supuesta liberación de Roma del peligro de un inminente retorno a la monarquía por parte de César (justificación de su asesinato) dio lugar al nacimiento del Imperio Romano con Augusto, sobrino nieto de aquél, como primer emperador. (Nota del editor)

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