Herida
Se cerró. Fue un
versículo falso
porque jamás
toqué su biblia y
sí escribí los tes-
tamentos. Aún
lo intento.
Leo el cerrojo. Yo
lo he puesto
para evitar que
me enumeren,
distingan
qué. Soy
desacierto.
Los siento en
las escaleras. Salen
riendo, pero sales.
Ninguno de ellos
me ha mirado, o
quizá no les ha
importado. Mientras
perdonan (se re-
claman), mi voz
se cae. Sacrificada.
El sacramento fue un
‘de nada’. O más rencor.
Porque algo
había en las
palabras que no
nacía en nuestros
ojos. Sí, los regué.
A sus espaldas.
Tras el pestillo.
Tras dar las
gracias, me ahogué
con agua envenenada.
La serví sola, en una
taza.
No quise
paladear el vino.
No confié nunca
en su dulzura.
Si la glucosa
no es pregunta,
pueden bromear sobre
la herida. Cicatrizar con
otras copas y escalones
la caída. Puse el seguro,
resentida. Porque la mía
se infectó.
Las
voces
Siempre resurgirán.
Incluso intentando
esconderse,
están.
Ni las palabras
se acercan
a imaginarlas.
A ellas, las voces
que nunca escuché y
aun así se las arreglan
para interrumpirme,
para apoderarse de mí.
De mis labios, mis
aullidos ahogados,
lanzados
al aire de una
habitación ya
inundada
de música que yo sola
elegí reproducir
─porque no tuve
alternativa─.
¿De qué servía hablar con otros?
¿De qué sirve usar lágrimas
─esgrimirlas─? De nada. No
entenderán cuando apenas
han rugido. ¿Con qué lengua
podría interpretar
la saliva que estalla
por no saber saborear?
O la presión de la tráquea
dormida
de tanto gritarse
a sí misma.
Porque no hay nadie más.
Mirar el reflejo
y desconocer ha sido
su estocada culminante.
Si hubiera visto afuera
─un
segundo─
silbando de curiosidad,
o hubiera creído
en la promesa... ─ese
‘antes’ que sin ellas
será─, no
tendría que
apuntarlas. No habría
qué apuntar. Hablarían sin
lenguaje. No escucharía.
No al mirar.
Humo
Mi mano está
cansada de ser
mano. Ya no me
pertenece. Le
pican sus uñas
moradas del
recuerdo de
llagas
y cuerdas vocales.
Sus dedos
no
anuncian
ni huesos ni
carne.
Escupen
palabras ─o
voces─ que rasgan
el cuerpo:
Reniego de estéreos
rascando mi oído
(o las vestiduras
que siempre han fingido);
durmiendo al pellejo
encerrado en un cubo.
Hasta ser más que mano,
hasta ser más que humano.
Asesino
La última vez me
dije: “Si todo encaja. Si ocurre, casualidad, entono mi coro de causalidad”.
Pero vaya
pieza, filuda. Deforme en rotación y traslación. Un minuto coincide, al segundo
persigue, nunca llega a concertarse en conversación.
¿Quién soy yo? minúscula. Auto-repudiada, descártenme de esta caja
narrativa a la que tuve acceso por colación.
Porque se
escapa de la comprensión. La lógica se pierde, la pieza jamás existió.
Entonces mi motivación por (y para) justificar el hielo, agujereado a lagrimazos, es pura energía desgastada en una noche en la que la luz, cuando aparece, lo hace en comunión.
Y los síntomas percibidos, nunca expuestos en diagnóstico (por temor, por rechazo, por desvarío),
posible posible posible se
basan en tergiversación. Estrellas confundidas que son polvo amarillento (qué
pena, no amarillo). Residuos del óxido y la náusea que la humedad de mis ojos
denunció.
Porque no tenías ni el derecho ni la atribución de destruir mi confianza, cruel concepción.
Balacera de insultos camuflados que con menos razones que las mías atacó, ATACÓ Y ATACÓ. Hasta llenarme de pies a cabeza. Hasta alojarse en mi garganta inflamada, que con golpes liberé; y fue liberada para soltar todo el Odio contenido (a mí misma, así tiene más sentido) y dejarme cadáver, vestigio de algo que siempre jamás ocurrió, de algo que nunca jamás encajó.
De carne vives
Te he sentido
más cerca
como irrumpiendo sin necesidad.
Me han
despertado
los olores
a carne humana, talud bestial.
Lo he
soportado
por lo
que vales, a un amigo acompañar.
Pero,
¿qué es la
compañía
si no
viene acompañada además de libertad?
Y quién
//QUIÉN,
pues//
soy
yo
para
asumir que no eres libre
¿Podría
someterlo a voto popular?
La
audiencia ve también
tu ausencia de calibre
tu afán
por emprender,
buscar y eurekizar dos ojos para mirar donde no se quiere leer.
Siempre
oliste a carne humana
y te pensé sobre, en cima.
Ahora sé que no lo estás.
No lo
estoy yo, no lo está nadie.
Pero libro
la batalla en rebelión
¿O te
faltan las agallas
y el valor?
Inteligencia
resignada aún molesta que te vayas
en
placentera resignación;
porque
aspiras a menos, pero aspiras mejor.
Qué crack es Diandra!!! Hermosos poemas, transmiten muchas emociones
ResponderBorrarPreciosos 😍 orgullosa ❤️ de ti ... felicidades 😘
ResponderBorrarPreciosos 😍 orgullosa ❤️ de ti ... felicidades 😘
ResponderBorrarBonitos poemas y muy profundos, gracias por compartirlos. Mis felicitaciones para la señorita
ResponderBorrarEs una capa, mi admiración total ♥
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