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lunes, 19 de octubre de 2020

DIANDRA GARCÍA - 5 POEMAS (SERIE: POESÍA)


 




Herida

Se cerró. Fue un
versículo falso
porque jamás
toqué su biblia y
sí escribí los tes-
tamentos. Aún
lo intento.

Leo el cerrojo. Yo
lo he puesto
para evitar que
me enumeren,
distingan
qué. Soy
desacierto.

Los siento en
las escaleras. Salen
riendo, pero sales.
Ninguno de ellos
me ha mirado, o
quizá no les ha
importado. Mientras
perdonan
(se re-
claman
), mi voz
se cae. Sacrificada.
El sacramento fue un
‘de nada’. O más rencor.

Porque algo
había en las
palabras que no
nacía en nuestros
ojos. Sí, los regué.
A sus espaldas.
Tras el pestillo.
Tras dar las
gracias, me ahogué
con agua envenenada.
La serví sola, en una
taza.

No quise
paladear el vino.
No confié nunca
en su dulzura.
Si la glucosa
no es pregunta,
pueden bromear sobre
la herida. Cicatrizar con
otras copas y escalones
la caída. Puse el seguro,
resentida.
Porque la mía
se infectó.



Las voces

Siempre resurgirán.
Incluso intentando
esconderse,
                están.
Ni las palabras
se acercan
a imaginarlas.
A ellas, las voces
que nunca escuché y
aun así se las arreglan
para interrumpirme,
para apoderarse de mí.
De mis labios, mis
aullidos ahogados,
lanzados
al aire de una
habitación ya
inundada
de música que yo sola
elegí reproducir
porque no tuve
alternativa
.

¿De qué servía hablar con otros?
¿De qué sirve usar lágrimas
esgrimirlas? De nada. No
entenderán cuando apenas
han rugido. ¿Con qué lengua
podría interpretar
la saliva que estalla
por no saber saborear?
O la presión de la tráquea
dormida
de tanto gritarse
a sí misma.
Porque no hay nadie más.

Mirar el reflejo
y desconocer ha sido
su estocada culminante.
Si hubiera visto afuera
un segundo
silbando de curiosidad,
o hubiera creído
en la promesa...
─ese
‘antes’ que sin ellas
será
─, no tendría que

apuntarlas. No habría
qué apuntar. Hablarían sin
lenguaje. No escucharía.
No al mirar.


Humo

Mi mano está
cansada de ser
mano. Ya no me
pertenece. Le
pican sus uñas
moradas del
recuerdo de
llagas
y cuerdas vocales.

Sus dedos no anuncian
ni huesos ni
carne. Escupen
palabras
o
voces
que rasgan
el cuerpo:
Reniego de estéreos
rascando mi oído
(o las vestiduras
que siempre han fingido);
durmiendo al pellejo
encerrado en un cubo.
Hasta ser más que mano,
hasta ser más que humano.


Asesino


La última vez me dije: “Si todo encaja. Si ocurre, casualidad, entono mi coro de causalidad”.

Pero vaya pieza, filuda. Deforme en rotación y traslación. Un minuto coincide, al segundo persigue, nunca llega a concertarse en conversación.

¿Quién soy yo? minúscula. Auto-repudiada, descártenme de esta caja narrativa a la que tuve acceso por colación.

Porque se escapa de la comprensión. La lógica se pierde, la pieza jamás existió.

Entonces mi motivación por (y para) justificar el hielo, agujereado a lagrimazos, es pura energía desgastada en una noche en la que la luz, cuando aparece, lo hace en comunión. 

Y los síntomas percibidos, nunca expuestos en diagnóstico (por temor, por rechazo, por desvarío),

    posible       posible       posible     se basan en tergiversación. Estrellas confundidas que son polvo amarillento (qué pena, no amarillo). Residuos del óxido y la náusea que la humedad de mis ojos denunció.

Porque no tenías ni el derecho ni la  atribución de destruir mi confianza, cruel concepción. 

Balacera de insultos camuflados que con menos razones que las mías atacó, ATACÓ Y ATACÓ. Hasta llenarme de pies a cabeza. Hasta alojarse en mi garganta inflamada, que con golpes liberé; y fue liberada para soltar todo el Odio contenido (a mí misma, así tiene más sentido) y dejarme cadáver, vestigio de algo que siempre jamás ocurrió, de algo que nunca jamás encajó. 







De carne vives                                

Te he sentido                                                                             

más cerca

 como irrumpiendo sin necesidad.

 

Me han despertado

los olores              a carne humana, talud bestial.

 

Lo he soportado 

por lo que vales,                a un amigo acompañar.                 

Pero,                                                                                             

              ¿qué es la compañía

si no viene acompañada                 además de libertad?       

                Y quién               

                                                          

//QUIÉN,

                                pues//                                                           

                                                soy yo 

 

para asumir que no eres libre

                ¿Podría someterlo                           a voto popular? 

 

La audiencia ve también

                tu ausencia de calibre                                            

tu afán por emprender,

buscar y eurekizar             dos ojos para mirar         donde no se quiere leer.

 

Siempre oliste a carne humana

y te pensé sobre, en cima.                                                    

Ahora sé que no lo estás.                                                      

No lo estoy yo,  no lo está nadie.

Pero libro la batalla en    rebelión               

¿O te faltan las agallas

                y el valor?                                                                   

Inteligencia resignada     aún molesta que te vayas

 

en placentera resignación;

porque aspiras a menos,                pero aspiras mejor.

 







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