Mi
generación escribió sus primeros sueños sobre muros gastados, cuando la
luz todavía significaba, una posibilidad de acercarse al descubrimiento de
astros que son el rostro de niños perdidos. Mi generación conoció la ausencia
de palabras, gritando desesperados en la madrugada al descubrir que su vida,
solo era la reencarnación de otra vida. Mi generación fueron los amigos que
venían a verme con rayos de sol en el aro de sus bicicletas. Mi generación fue
un caballo de cristal llorando en el agua. Mi generación fue una muchacha
elevándose al cielo que talló la belleza de los animales prehistóricos en las
huellas de mi piel. Mi generación se enamoró tantas veces que, desde sus pechos
encendidos, se oía el ritual de una tribu salvaje entrelazando todas las venas
abiertas de América. Mi generación es Lui, dibujando el mejor recuerdo de su
infancia con trazos encenizados en un lienzo lunar. Joe, dejándose crecer los
cabellos como un felino descansando juanta a la hierba y el canibalismo de
sobrevivir a uno mismo. Leslie, con un libro japonés entre las manos,
recitando: desaparezco/ tras esa montaña azul /yo soy el cielo. Renzo,
atravesando la carretera del fin del mundo sobre el lomo de un animal disecado.
Ale, resolviendo la teoría de la relatividad, hasta comprender que todos los
universos paralelos nacen de su palma abierta. Renatto, interpretando los
cánticos más antiguos para soñar con un idioma que a todos les pertenezca.
Jhones, diciéndome que había descubierto la piedra blanca de la locura capaz de
separar este mundo con el submundo. Amós, leyendo profecías secretas en las
escamas de los peces de fango que ardían contra los bosques de nuestros ojos.
Raquel, volviendo a los parques donde nos desvelábamos juntos, señalando que la
eternidad consiste en contemplar las hojas de un árbol milenario sin dejarlas
caer. Osmar, confesándome rumbo a los mercados más desahuciados, que las
piedras harían profecías por nosotros si acaso negásemos ser los hijos de los
hijos de dioses menores. Alessandra, con sus gestos bautizados por los cinemas
futuristas proyectados en cualquier reverso del cielo donde florecerán
girasoles como lágrimas creando eclipses modernos bajo reflectores de auroras
boreales a lo lejos sin censura . Maryo, reconstruyendo el mundo de donde
siempre olvido dejar la puerta abierta, porque las esquinas son sus ojos
mirándome como si el tiempo no nos desconociera. Arlis, arrancándose las rosas
que le tiñen los labios cuando recuerda todo lo que ya jamás será. Gustavo, en
un bar con luces de neón levantando su vaso y brindando por los años que
vendrán. Porque mi generación está llena de jóvenes inolvidablemente noche,
inolvidablemente sueño, inolvidablemente música, esperando lograr todo lo que
un día me contaron en un amanecer detenido, mientras hablábamos sobre las futuras
generaciones.
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Eduardo Saldaña.
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