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martes, 14 de febrero de 2023

Eduardo Saldaña - Mi generación.





Mi generación escribió sus primeros sueños sobre muros gastados, cuando la luz todavía significaba, una posibilidad de acercarse al descubrimiento de astros que son el rostro de niños perdidos. Mi generación conoció la ausencia de palabras, gritando desesperados en la madrugada al descubrir que su vida, solo era la reencarnación de otra vida. Mi generación fueron los amigos que venían a verme con rayos de sol en el aro de sus bicicletas. Mi generación fue un caballo de cristal llorando en el agua. Mi generación fue una muchacha elevándose al cielo que talló la belleza de los animales prehistóricos en las huellas de mi piel. Mi generación se enamoró tantas veces que, desde sus pechos encendidos, se oía el ritual de una tribu salvaje entrelazando todas las venas abiertas de América. Mi generación es Lui, dibujando el mejor recuerdo de su infancia con trazos encenizados en un lienzo lunar. Joe, dejándose crecer los cabellos como un felino descansando juanta a la hierba y el canibalismo de sobrevivir a uno mismo. Leslie, con un libro japonés entre las manos, recitando: desaparezco/ tras esa montaña azul /yo soy el cielo. Renzo, atravesando la carretera del fin del mundo sobre el lomo de un animal disecado. Ale, resolviendo la teoría de la relatividad, hasta comprender que todos los universos paralelos nacen de su palma abierta. Renatto, interpretando los cánticos más antiguos para soñar con un idioma que a todos les pertenezca. Jhones, diciéndome que había descubierto la piedra blanca de la locura capaz de separar este mundo con el submundo. Amós, leyendo profecías secretas en las escamas de los peces de fango que ardían contra los bosques de nuestros ojos. Raquel, volviendo a los parques donde nos desvelábamos juntos, señalando que la eternidad consiste en contemplar las hojas de un árbol milenario sin dejarlas caer. Osmar, confesándome rumbo a los mercados más desahuciados, que las piedras harían profecías por nosotros si acaso negásemos ser los hijos de los hijos de dioses menores. Alessandra, con sus gestos bautizados por los cinemas futuristas proyectados en cualquier reverso del cielo donde florecerán girasoles como lágrimas creando eclipses modernos bajo reflectores de auroras boreales a lo lejos sin censura . Maryo, reconstruyendo el mundo de donde siempre olvido dejar la puerta abierta, porque las esquinas son sus ojos mirándome como si el tiempo no nos desconociera. Arlis, arrancándose las rosas que le tiñen los labios cuando recuerda todo lo que ya jamás será. Gustavo, en un bar con luces de neón levantando su vaso y brindando por los años que vendrán. Porque mi generación está llena de jóvenes inolvidablemente noche, inolvidablemente sueño, inolvidablemente música, esperando lograr todo lo que un día me contaron en un amanecer detenido, mientras hablábamos sobre las futuras generaciones.

 

 

 

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Eduardo Saldaña.