Era claro: algo raro pasaba.
—Esa borrachera de año nuevo no me dejó
resaca—se iba diciendo mientras caminaba por la arena—siento como si hubiera
dormido tres días—miró el horizonte y luego de un suspiro continuó—todos se han
ido, todos me han dejado solo.
Aún quedaban restos de botellas de licor, de
cerveza y botellas descartables con un líquido de color guinda. La playa estaba
desierta "parece que son las seis de la mañana". En realidad, no
estaba amaneciendo: el sol recién se había sumergido en la mar, él no percibió
ese detalle.
Se sentía más liviano, más limpio, más vivo.
Siguió caminando…
Un perro aulló, y cuando él lo miró a los
ojos este agachó la mirada como arrepintiéndose de haber hecho alguna
travesura. Volvió a aullar... Eduardo frotó sus manos, pues un viento fuerte lo
embistió. Otro viento, más fuerte aún, rompió el paisaje. El mar, la playa, las
botellas, el perro y el cielo se hicieron pedazos como un espejo roto por un
ebrio que no acepta lo que ha visto. Todo quedó oscuro.
Un claxon lo despertó. El espejo roto se iba
reconstruyendo, pero el paisaje era otro. Estaba en una esquina de la plaza de
armas de Trujillo. Se quedó parado un buen rato mirando el semáforo que estaba
en rojo "aquí fue en donde ella me regaló un abrazo" sintió una breve
paz. Miró a los costados "estoy solo". Miró sus pies, que estaban
descalzos, eso no le importó, pues al levantar la vista las calles estaban
desoladas. Él no percibió ese detalle. El espejo volvió a quebrarse…
La última esquirla reconstruyó una puerta
marrón que tenía un lazo negro "quién habrá muerto". Eduardo quedó
observándola fijamente con una gran angustia, como esperando algo. Luego miró
las paredes, que eran verdes, en donde estaba pegada una placa "Jr. D. de
Almagro 123" susurró sonriendo. Hasta que una carcajada lo asustó. Dio
media vuelta. Sentados en la vereda, con una botella descartable llena en la
mano y otras vacías en la pista, Alexander y Jesús conversaban.
—Ese Eduardo se hará extrañar.
— ¿Recuerdas cuando se iba a la universidad
con su botella de coca cola? Jajá
—Si Alexander, como olvidarlo—tomó tres
grandes sorbos de vino, luego de pasarle la botella continuó—tampoco olvidaré
cuando nos íbamos a tu casa con tres litros de vino a escuchar música,
conversar y llorar por esos malos amores.
—Ese Fante; si viviera ya estuviera tocando
esta puerta.
En ese momento los dos voltearon con una
sonrisa melancólicamente ebria. Eduardo se asustó. Luego les sonrió
enseñándoles el dedo medio pero ellos retomaron la conversación y siguieron
bebiendo por él.