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sábado, 23 de enero de 2021

Eduardo Fante - Almagro uno dos tres - Serie: (Cuento)





 “Joven estudiante muere intoxicado en la playa las delicias celebrando algún año nuevo”.

Era claro: algo raro pasaba.

—Esa borrachera de año nuevo no me dejó resaca—se iba diciendo mientras caminaba por la arena—siento como si hubiera dormido tres días—miró el horizonte y luego de un suspiro continuó—todos se han ido, todos me han dejado solo.

Aún quedaban restos de botellas de licor, de cerveza y botellas descartables con un líquido de color guinda. La playa estaba desierta "parece que son las seis de la mañana". En realidad, no estaba amaneciendo: el sol recién se había sumergido en la mar, él no percibió ese detalle.

Se sentía más liviano, más limpio, más vivo. Siguió caminando…

Un perro aulló, y cuando él lo miró a los ojos este agachó la mirada como arrepintiéndose de haber hecho alguna travesura. Volvió a aullar... Eduardo frotó sus manos, pues un viento fuerte lo embistió. Otro viento, más fuerte aún, rompió el paisaje. El mar, la playa, las botellas, el perro y el cielo se hicieron pedazos como un espejo roto por un ebrio que no acepta lo que ha visto. Todo quedó oscuro.

Un claxon lo despertó. El espejo roto se iba reconstruyendo, pero el paisaje era otro. Estaba en una esquina de la plaza de armas de Trujillo. Se quedó parado un buen rato mirando el semáforo que estaba en rojo "aquí fue en donde ella me regaló un abrazo" sintió una breve paz. Miró a los costados "estoy solo". Miró sus pies, que estaban descalzos, eso no le importó, pues al levantar la vista las calles estaban desoladas. Él no percibió ese detalle. El espejo volvió a quebrarse…

La última esquirla reconstruyó una puerta marrón que tenía un lazo negro "quién habrá muerto". Eduardo quedó observándola fijamente con una gran angustia, como esperando algo. Luego miró las paredes, que eran verdes, en donde estaba pegada una placa "Jr. D. de Almagro 123" susurró sonriendo. Hasta que una carcajada lo asustó. Dio media vuelta. Sentados en la vereda, con una botella descartable llena en la mano y otras vacías en la pista, Alexander y Jesús conversaban.

—Ese Eduardo se hará extrañar.

— ¿Recuerdas cuando se iba a la universidad con su botella de coca cola? Jajá

—Si Alexander, como olvidarlo—tomó tres grandes sorbos de vino, luego de pasarle la botella continuó—tampoco olvidaré cuando nos íbamos a tu casa con tres litros de vino a escuchar música, conversar y llorar por esos malos amores.

—Ese Fante; si viviera ya estuviera tocando esta puerta.

En ese momento los dos voltearon con una sonrisa melancólicamente ebria. Eduardo se asustó. Luego les sonrió enseñándoles el dedo medio pero ellos retomaron la conversación y siguieron bebiendo por él.